Cuando alguien osado y arrogante se cree poseedor de la sabiduría en el mundo del arte, más allá del me gusta o no me gusta, sin ser artista, ni poseer esa musa que te envuelve y te dice por dónde caminar, ni ser portador de esa jerga literaria que permite crear al autor, y pretende limitar y denostar el campo de la interpretación de ideas, sueños, realidades, creaciones, reglas,... ese alguien podrá saber donde se encuentran los Pirineos, pero no conocerá ni entenderá el universo de la palabra escrita, aunque mencione algún que otro autor y alguna que otra obra, aprendida en su época de estudios de un libro donde sólo existe y existía el papel tintado.
Ello me recuerda una obra de teatro en la que los actores Carlos Larrañaga y su hija Amparo Larrañaga interpretaban a un padre y a su hija respectivamente; la hija enamorada de un joven pintor y el padre, como crítico de pintura, vilipendiando por su color y mezclas la obra de dicho pintor. Al final, se descubre que el padre era ¡daltónico!
Nunca debiéramos marcar límites a la creación y menos si vienen de premisas conservadoras, religiosas, políticas, tópicas o de la escasez de conocimientos en un tema. Nunca debiéramos ponerle ni freno ni límites, salvo los derechos naturales que nos asisten. Es decir, matar un animal o provocar un incendio para visualizar un estado artístico es deleznable, valga como ejemplo.
Recuerdo que
"Tres sombreros de copa", de Miguel Mihura, fue en su momento una obra incomprendida; el teatro del absurdo se pensaba que no tenía cabida en la literatura de aquellos tiempos, a pesar de ser el autor un hijo de cómicos y el haber vivido en la farándula de la mano de sus padres y conocer, por ello, los entresijos de dicho arte. Es una de las obras más representativas del autor, o tal vez la más representativa, y por la que en verdad muchos le conocen. ¡Y divertidísima, a la vez que da qué pensar! La censura del crítico. Muchos años después vio la luz. Hoy, vuelve a ser criticada por Buby el personaje negro de la trama.
El teatro de temática social llegó a ser popular, a pesar de los intereses supuestamente del pueblo de comedia graciosa y barata ( "Historia de una escalera", "en la ardiente oscuridad", "el concierto de San Ovidio",... de Antonio Buero Vallejo; "La camisa", "el tercer poder",... de Lauro Olmo). Una temática frente al crítico y la censura.
Ha habido autores que han jugado con los tópicos y son actualmente conocidos y valorados ("Petra regalada" -prostituta-, Samarkanda -amor homosexual incestuoso-, de Antonio Gala).
Fernando Arrabal con su teatro del absurdo ("Picnic"), provocador, rebelde, de calado social ("Muñeca 88"), está ahí, en la literatura, en la cultura, en la sociedad, pese a quien pese.
"La taberna fantástica", de Alfonso Sastre, activista político de izquierdas que increpa al fascismo.
Darío Fo con su feminismo ("Monólogos").
Y así tantos otros.
Y las salas, como la Sala Cadarso, el Gallo Vallecano, las salas de teatro experimental y no convencional, centros culturales, teatros de Madrid que han estado y algunas siguen a la altura de los no convencimientos ultraconservadores personales.
No estaría completo el panorama literario si no criticásemos a los críticos de la literatura de Camilo José Cela, entre otros, por sus ideas políticas. Las ideas políticas son solo eso, ideas políticas; al hablar de la literatura hablamos de arte, siempre y cuando dicho arte no deje de serlo para ser panfletario.
Y si nos acercamos al siglo XXI, podríamos mencionar el debate de los creyentes y no creyentes de ideologías políticas con Patria de Aramburu o Línea de fuego de Pérez Reverte. Son solo ejemplos que nos indican la crítica desmedida a favor y en contra de una obra creada y vista desde planteamientos ideológicos y no desde el arte en sí.
Lo mismo para el cine, la televisión, la pintura,... y miles de disciplinas artísticas, salvo las presuntas del toreo.
Sólo me queda decir: ¡Abajo la dictadura para el arte! Aunque, el propio arte las combata, no necesitan del apoyo de nadie.
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