CORREO ELECTRÓNICO

martes, 17 de noviembre de 2020

DIARIO DE UN CONFINADO (pequeña narración), de Alberto Blanco Manzanas.

 


 

Cada mañana, la luz se filtra por las regulares e insignificantes rendijas entre las baldas de pvc de la persiana, la escasa claridad trata invadir el sueño y la desidia de los cuerpos engalanados con sábanas y edredones. La pereza guiña el ojo a las luciérnagas que se adueñan del espacio. La metamorfosis no se hace esperar, tal vez después de un café caliente, sorbo a sorbo.

-       Afortunados a los que aún no les ha exigido el pago Caronte.

Fernando se estira, un bostezo alumbra su pensamiento, aún fijo en los números digitales de la radio despertador. Por la sinfonía de la cadena desfila ora la voz del comunicador ora la música melosa.

Un segundo y tercer bostezo. Echar el pie al suelo supone el inicio del proceso con meada, reflejo en el espejo y enjuague de mirada.

-       Soy yo y sé lo que hago aquí.

La ducha le desprende la costra de lasitud.

-       ¿Qué plan tengo para hoy?

Un plan es necesario para una existencia manifiesta. Siempre será aceptable tener un plan por muy desagradable y por mucho que distorsione lo aceptable. ¿Cómo imaginarse un nuevo día y no saber o tener que hacer?

-       ¡Siempre surgirá algo!

La tele no es buena compañera. Por la noche, logra arrorrarle con los penosos programas y pelís repetidas. Y no hablemos de los anuncios, parecen tener vida más allá de la pantalla de plasma.

Presumible plan del día para la primera hora:

Dar varias vueltas en un paraíso de ladrillo visto. Lo más cercano a la naturaleza son los cientos de hormigueros que proliferan esta primavera, cientos de hormigas de un trabajo estresante, roban las simientes de los granos de césped que Fernando intenta replantar.

-       ¿Las hormigas serán amigas de los pulgones? No hacen más que escalar por las ramas hacia las hojas ya troqueladas por el pulgón.

La calle suele estar semi desierta, algún coche, algún despistado sin mascarilla, pues se les hace penoso respirar y más si se va con cierta rapidez.

-       ¡Y las gafas! De las gafas ni hablo. ¡Qué mal combinan sujetas a las mismas orejas! Y al transpirar nubla los cristales.

Una imagen, mil palabras. Muchas muertes, demasiadas muertes. Lágrimas escurridizas ungidas de tonalidades cortantes sobre pétreos féretros. Carros de la peste con cuerpos muertos camino de la incineradora, sin plañideras. Coros en las puertas de los ayuntamientos y en la puerta de algún político del gobierno. Y por las redes sociales, infectadas tal cual la pandemia. Un emisor, un receptor mas un código distinto. No se establece comunicación. Las manifestaciones son procesionales, un santo y seña y una muchedumbre de penitentes en pos de ella.

Un juez sentencia no haber dolo ni intencionalidad en el no traslado de los ancianos a los hospitales desde sus residencias. Cuando un barco se hunde, el capitán ordena el salvamento primero de mujeres y niños, después van los hombres, como si los varones no quisieran salvarse desde el minuto uno. Los ancianos han sido los últimos en abandonar el barco, los gran olvidados. Leyes de la naturaleza. Lo que desconcierta es que aquellos que contaban mutualidades privadas si fueron trasladados a hospitales.

-       Protocolos

El día se vuelve virulento, un frío recorre las venas de Fernando.

-       Soy testigo de estos tiempos

Una cafetera italiana, con café descafeinado, empieza a bufar como las antiguas locomotoras de vapor, en la placa de inducción. Lo tomará sin azúcar, con sacarina o estevia; a Fernando le gusta romper el amargor, mas la jodida diabetes no le permite echar uno o dos terrones de azúcar blanca al líquido negro portugués. Sorbo a sorbo, pastilla tras pastilla; muchas pastillas para un solo café.

-       Un café sin degustar

La comida se la traen sus hijos, él no sale, es persona de riesgo. Táper va, táper viene. La comida sin sal, sus nietos son los salados.

Como afable abuelo desearía poder estar con ellos en estos momentos, salir de paseo, agarrarlos de la mano y sentir el ardor de sus preguntas. La curiosidad de las edades tempranas. Su nieto pregunta constantemente, su nieta le mira y sonríe moviendo esa peca tan graciosa en su moflete izquierdo. Siente la vida a través de ellos.

-       Aún es pronto, no pueden visitarme, la fase de la escalada no lo permite.

 ¿Qué abuelo no necesita sentir el calor humano que desprende la cara, las manos, las palabras, los besos, … de sus nietos? Ya entrados en edad no le visitarán tan a menudo, saldrán a descubrir y conquistar el mundo con sus amigos, desde dentro a fuera. Experiencias de juventud.

Fernando siente la preocupación de los suyos bajo la responsabilidad que demuestran. Están contentos con que el bicho no le haya embestido.

-       Menos mal que no me encontraba en una de las residencias de ancianos en las que se fue diezmando su población.

Una sociedad desnaturalizada, ancianos durmiendo con compañeros de habitación cadáveres. El juez no vio ni dolo ni intencionalidad.

-       La ley la pintan como estatua femenina, ciega, sorda y muda, la metáfora más cercana a la idiosincrasia.

Se podría llegar a la conclusión de la existencia de cierta rivalidad entre la política y el humanismo; el humanismo pretendía descubrir al hombre y dar un sentido racional a la vida y la política se proyecta en aras a la supervivencia por capas sociales y franjas de edades. Desescalada social.

El café sigue amargando las penas. Un segundo sobre parece lograr absorber dicha acidez.

-       No es más rico el que más tiene sino el que menos necesita.

Fernando recibe la pensión de su jubilación a su debido tiempo, aún no se han recortado. Otros, no han cobrado del famoso ERTE. Se habla de largas colas a las puertas de instituciones benéficas. Ha aumentado el número de la necesidad. Su solidaridad consiste en olvidarse de cenar; cenar solo, tarde, adormilado, abrumado por la prolongada cuarentena, le produce abulia. La vida en un zulo, aunque puede vegetar por el amplio chalé del que es propietario; diversos espacios fríos, sin nadie más. No necesita emplear frases de cortesía. No tiene con quién.

El hambre le remite tras las dos magdalenas sin azúcar añadido. Son pequeñas, por lo tanto, dos mejor que una.

La soledad no es quimera de una realidad silenciosa. Las relaciones directas se pierden entre las tecnologías que amplían sus campos y las palabras quedan enmudecidas de tono, de expresión bucal, de matices, con simples emoticonos que abrevan un cierto lirismo profano y populachero. Soledad; solo entre cuatro paredes que limitan la movilidad bajo el canto del covid-19; a la que se une el miedo y la recesión económica. La libertad podría definirse como el canto de sirena que puede conducirte a la cama de un IFEMA o de cualquier otro hospital, o simplemente a una cuarentena aún más aislada. Podrás tener compañeros de cama, pero seguirás solo en tu infortunio y en un final impredecible, un número en las largas listas de uno u otro bando. La soledad amordaza el buen Karma, el buen rollo, adormece los sentires del arco iris, penetrando el gris en el alma del que sufre; y viola la esencia de la existencia.

-       Prohíben la emisión de “Lo que el viento se llevó”, un clásico del cine, en HBO.

La deontología del humano en la actualidad es difícil de definir, los principios forman parte de la censura de la política correcta, con enmiendas a la lengua, al vestuario, a las imágenes, a los colores, a las costumbres, …a las películas. Fernando recuerda haber visto “Lo que le viento se llevó” como tres o cuatro veces y, aún así, no le importaría de nuevo verla. La segunda parte ya no le gustó.

-       Nunca segundas partes fueron buenas  

La primera, la buena, forma parte de su bagaje cultural cinéfilo. Trece nominaciones, diez galardones. Y el de la mejor actriz de reparto a Hattie McDaniel, actriz de raza negra, el primer galardón a un actor negro.

El “negro”, amigo de Fernando, repetía y repetía, a quien quisiera escucharle, que él no era un hombre de color y que el blanco también era un color. ¡Él era negro! Y desde luego que era negro, bien negro, de ahí el sobrenombre, su piel contrastaba con sus globos oculares y dientes. Su actitud y su coherencia no era y es un pensamiento único, pues Amín, que también se encontraba entre sus amigos, aseguraba que no le importaba que le llamasen moro, lo que realmente le enfadaba era que le llamaran “puto moro”. Pues eso, uno negro y otro moro, sin ofender ni sentirse ofendidos.

-       ¿Defensa del esclavismo?

De las tres o cuatro veces que se sentó a verla, no percibió que la película tuviera ese sentido.

-       Tendré que volver a sentarme una quinta vez.

El sentido común consideraría a las películas un hechizo de sociedad y las sociedades poseen sus más, sus menos, sus virtudes y sus errores. Es difícil, al paso de la historia, hacer una crítica con la mentalidad de un presente y, si se hiciese, debiera ser una crítica constructiva, en base a una sociedad sin tanto tiquismiquis.  

-       Con “la que está cayendo”, podría hacerse un clásico del Coronavirus, historia hay. La nueva de Tarantino, con secuencias de la miseria humana.

Una trama vinculada al infortunio, tras las muchas muertes; al deterioro de la convivencia, tras las murgas políticas; a la desorientación, tras el no saber qué hacer en cada momento; a los bulos, tras realidades en un mundo imaginario; a las caceroladas, a las verdades disfrazadas, a la inestabilidad, al miedo, al dolor, … habría dónde elegir. Escenas enigmáticas, sangrantes, de ansiedad. Tarantino recrearía en pantalla un posible taquillazo, pues para recrear un pasado histórico-social ya tenemos directores españoles.

-       Un actor podría ser el tal Spiriman, de pelo farragoso y de actitud caótica.

Fernando había visto los videos de dicho personaje en las redes sociales, en concreto en el faceebock. En un primer momento, le pareció gratamente honesto; mas, video a video, se fue degradando su opinión sobre el mismo.

-       Creo que se le ve el plumero, un youtuber más en busca de clientes

Era su parecer, una opinión como otra cualquiera, basada en su olfato psicológico, a no ser que lo hubiese perdido. El gusto lo tenía, estaba claro, distinguía perfectamente la comida sin sal y los dulces sin azúcar.

-       Llevo comiendo peras ercolinas desde que empezó el confinamiento.

Las primeras peras ercolinas que le llevó Isabel, su hija mayor, tenían un sabor mucho más dulce, jugosa y refrescante; las siguientes no estaban mal, pero habían perdido parte del dulzor al paladar. Aún así, prefería estas peras tempranas al resto de peras de agua que en un plis plas se ponen blandengues y se emborrachan a la de ya, no aguantando ni días, a no ser que estuvieran verdes al comprarlas.

Comprar en una cuarentena forzada tiene su intríngulis. La gente arrasaba los estantes de los grandes y pequeños supermercados; dependiendo la hora, los productos escaseaban y quedaba lo menos virtuoso. Las reponedoras no daban abasto.

-       Si hubiera formado parte de los que asolaron los comercios, me hubiera surtido más de peras ercolinas que del papel higiénico que llego a desaparecer tras montañas y torres de castillos en los carros de clientes insatisfechos con el papel de celulosa.

Fernando contaba con el suficiente, un paquete de 12 rollos; no necesitaba almacenarlo en su garaje. Paquete acabado, paquete a reponer, de ello se encargaba su familia. Y no le iban a dejar sin papel higiénico. Tampoco pensaba en comprar levadura y harina, que junto con la cerveza se constituyeron en productos estrella, por la afición de chef y pastelero de la plebe. Y de darle al manduco y al bebercio* caprichoso. No era de su interés.

La cocina no se le daba mal, se movía bien entre cazos, cazuelas, pucheros y sartenes. La cocina le relajaba, mientras las tertulias, en la tele de la cocina, zumbaban clonándose unas a otras. Era una manera poco ortodoxa de sentirse acompañado. Todos los días le llamaban por el móvil; no todos los días los podía ver, aunque fuese unos segundos mientras le depositaban la compra al pie de la puerta, unas frases compartidas y un adiós. La soledad del momento provocado por el maldito covid-19.

La luz, en ocasiones también el calor, va marcando la trasformación del día en sus diversas fracciones, mañana, mediodía, tarde y noche. La lasitud hace mella en el correr del tiempo, a veces de excesiva lentitud, a veces de excesiva rapidez. Las rutinas dejan de exhalar ese bienestar la cotidianidad. De un simple paseo se percibe una sensación cambiante si no tiene ese sentido práctico de la franja horaria. Las normas de seguridad se ahíjan frente a la acracia de movimiento para no perturbar la necesidad de vivir. El tiempo a veces objetivo a veces subjetivo marca el inicio y el final del día.

Después de esos primeros meses en los que Isabel o alguno de sus nietos le dejaban las bolsas de comida a la puerta de la casa, por el miedo a contagiarle al venir del mundo externo, entraban en casa, con guantes y mascarilla, y le colocaban la compra y le organizaban el frigo. Voluntad y servicio; una familia dispuesta a seguir siéndolo, aún después de independizarse y formar su propia familia, su vida laboral y personal.

-       Los precios se han disparado.

Fernando tiene la sensación de que los proveedores on line ofrecen productos de alta gama o “rubricados con marca”, en su mayoría. Intentó hacerlo con las grandes superficies, llenó el carrito, mas había una larga lista y varios días para recibirlo y algunos repartían dependiendo la zona. Isabel se acerca al super y si algo no había se la traía la siguiente vez.

-       ¿Cómo comprar pescado sin verle los ojos y las agallas? Y lo caro que está en las pescaderías on line. ¿No hay productos de temporada? ¿Los pescadores no salen a la mar?

Debería crearse necesidades que le ocuparan el tiempo. Crear hábitos saludables entre las cuatro paredes que delimitaban el bien del mal, siguiendo las normas sanitarias y del gobierno para no dar pie a que el bicho diezmara más a la población, aunque algunos seguían a su bola, como si esto no fuera con ellos. Kamikazes.

-        Falta de disciplina y sentido común. ¿El clima mediterráneo influirá en el carácter del español?

No pensaba que hablar solo o él a si mismo era de enajenado. Le gustaba oír su voz, le hacía compañía, como el ronroneo de la televisión. Nunca había sido de mucho hablar, hasta que se le soltaba la lengua y tenía suficiente confianza. Las frases de qué tiempo hace y otras si que las catalogaba como ilustrativas de formulismos sociales memos. El decir ante el no saber de qué hablar, todo por no callar y permitir que el silencio invadiese el espacio y el tiempo.

-       El silencio puede protegernos de la estupidez   

No era una máxima que pudiera formularse en voz alta, cualquiera que le oyera decir tal axioma le tildaría de borde e insociable. Y la verdad es que no pensaba que fuese una sentencia tan aberrante la del silencio y la estupidez.

-       Debería crear un micro huerto en el patio. Plantas y huerto. Rosales y tomates.

El sol va y viene, tan pronto calienta como tan pronto juega al escondite con las algodonosas nubes de matices grisáceos. Su madre le hubiese argumentado que el sol era un culo de mal asiento.

La primavera se hace respetar, resplandece. La naturaleza se recrea en el ocupado confinamiento de los humanos, hasta los animales sienten pleno albedrío, se apartan de sus entornos y visitan las poblaciones, sin miedo a los infortunios que les produce la mano del hombre. Las hormigas hacen su agosto, verdaderos batallones se cruzan en una misma dirección y en sentidos opuestos, crean autopistas de varios carriles, las obreras muestran su compromiso en la labor a realizar, no van a tener tantas galerías para almacenar la mucha recolección, nacen trabajando, mueren trabajando. No hay semejanza con el humano, menos ordenado, menos trabajador. Desprovistas de canguelo, irrumpen por el pasillo y las escaleras de la casa, buscando cualquier miga de pan caída al suelo o la comida de las mascotas. La inviolabilidad de domicilio no entra entre sus compromisos; si por ellas fuera, terminarían de okupas, siempre que hubiese de donde tirar.

Casualidades de la vida, simple casualidad. Las hormigas invadiendo su espacio vital y el personaje del libro que había empezado a leer, Maldito Karma, muere golpeada en la cabeza por el lavabo de una estación espacial y se reencarna en hormiga. En la novela se describe la vida de las hormigas obreras desde un tinte bastante penoso, con los sargentos hormigas al más puro estilo de película americana, mientras la reina se regocija con Casanova (también reencarnado) y otros. El karma de ser hormiga está muy bajo en el escalafón. Fernando empezó a mirarlas con otros ojos, como le ocurrió con Narciso, el conejo blanco y de ojos rojos de Isabel. Acostumbrado a verle, a acariciarle, a ponerle la comida y cuidar de él, …dejó de comer conejo una buena temporada.

 Aunque no se asemeja en la conjetura, le recordaba la metamorfosis de Kafka. ¿Existirá una vida más allá de la muerte? ¿Cuántas vidas hasta que te abrace la luz? Una nueva vida placentera o contrario a ella, dependiendo de tu vida anterior.

¿Cuál sería el Karma de tanto anciano muerto en las residencias? Viejo suena despectivo, mejor anciano. Lo de la edad dorada y esas zarandajas es un lirismo ridículo, lirismo por decir algo.

-       ¿Señor mayor? Puff. Es de una seriedad que no va conmigo. Diría lo que mis amigos “el negro” y el “moro”, no me importa que me llamen viejo, lo que no me hace ninguna gracia es que me consideren un puto viejo. La discriminación positiva o negativa por la edad es insultante.

¿Cómo no hablar de los derechos de los mayores, donde la edad es un grado? La vida es sagrada. ¿A quién le gusta ser un mero número en la inmensidad del más allá?

-       ¡Y que no nos toquen las pensiones! Creo que se me embarulla la cabeza, ya va para muchos días, meses, sin apenas un paseo, sin una miserable caminata, sin cine, sin teatro, sin una caña en un bar.

Las redes imposibles, los noticieros hermanados en noticias, los políticos a mordiscos. Y los nubarrones encima de nuestras cabezas presagiando tormenta.

-       Esto no se truca ni con unos callos a la madrileña, ni con un gazpacho andaluz, ni con una manzanilla. Todo está enrevesado. Ni con un cubata de ron cubano. Siempre queda la opción de meterse un analgésico al cuerpo y a la psique, aunque no sé si el alma se distendería.

Subir y bajar escaleras, como las hormigas; planear desde la puerta de entrada a la puerta del patio, por el pasillo; del salón a la cocina, de la cocina al salón, sin paradas intermedias. Las piernas se entumecen y el trasero se tornea sin apenas ejercicio.

-       Y con moderación y estiramientos, no se te pince un nervio y se te indigeste más el confinamiento. Y, de sujetar libros en el aire, una tendinitis, para seguir acumulando.

La lectura es su gran compañera de clausura, que no el rezo. Ha leído tanto en todo este tiempo que va olvidando títulos, autores, hasta las sinopsis de algunos de ellos y las historias se le mezclan creando un nuevo relato mixto, donde personajes y situaciones interactúan en la nueva creación.

-       ¡Engendro nuevas publicaciones en el limbo del ingenio!

Los resquicios de las baldas de pvc de las persianas desaparecen tras el arrastre de la cinta hasta ocultarse en el tambor.  La luz es igual es fuerza, pero la dosis es más fecunda, una iluminaria en presente reta el aire detenido, una eclosión eurítmica.

En la gallina de los huevos de oro, el protagonista trepaba por las habas mágicas, hasta arribar al cielo; una excursión por el cielo hasta el castillo del ogro y allí la gallina.  Aunque uno se esfuerce, escalón a escalón, no se recala en el cielo; si no se toca el cielo, no se puede garbear entre las nubes; si no se patea por ellas, no se podrá hallar el palacio o castillo del ogro; y, si no hay palacio, no hay gallina y sin gallina no hay huevos de oro.

-       Tendré que seguir valiéndome de mi pensión.

Benditas pensiones, tan mal paradas tras las osadías del político de turno. La estrechez al consumismo.

-       Tampoco necesito tanto, un trozo de pan y queso, aunque prefiero una longaniza a un nabo. Que no me den gato por liebre.

Una pensión es una isla en la que guarecerse en los momentos actuales con el bicho dando por culo. Un ERTE, un despido y posiblemente algunos a vivir en la miseria; para el trabajador no hay puertas giratorias. Y que no tenga un padre que avalar los créditos de los hijos por irse al paro, al final acaban con el patrimonio acumulado a lo largo de la vida del que lo avala, como pasó en la anterior crisis económica del ladrillo.

-       Esta pandemia acaba cebando a unos frente a los otros, ricos-ricos, pobres-pobres. La carroña un plato digestivo para los buitres.

Existen momentos en que se considera un mero elemento en la vida de otros, solo un elemento, no parte de su vida. No sabría como explicarlo, pero esa sensación le aporreaba y le hacía sentirse abrumado.

-       Ser o no ser, el gran dilema en Macbeth de Shakespeare. También a lo largo de mi vida.

Recurría a menudo a dicha frase, pues venía a ser el juego de la propia existencia.

-       Unas veces se es y otras no se es. De frase a galimatías. Depende del día y del pie con el que te levantes. Hay días que soy capaz de perdonar cualquier ofensa, por muy malintencionada, es un decir, tampoco hay que para tomárselo tan al pie de la letra. Pero, cuando te levantas con el pie contrario…cualquier cosilla por insignificante que sea… Los tiempos no están para tirar cohetes, tras el aburrimiento, el exceso de tiempo y las puntadas en basto de los políticos, las redes arden con soflamas e insultos; desesperados ataques a todo lo habido y por haber. No los aguanto. Aburren al más pintao* y te entran deseos demoniacos.

Sube y baja escalones, tramos de escaleras; los peldaños no se hacen querer. Un primer tramo y la planta de las habitaciones; la de color salmón era la de su hija mayor, con un perchero burro y terraza al patio; la de color verde, de la menor, con escritorio y ventana al patio, un finito de árboles y césped.

-       Aquí durmieron dos ora princesas ora piratas, sin sangre azul ni pata de palo y parche en el ojo. El dragón velaba el sueño de las dos detrás de la puerta.

El gato era un gran compañero de aventuras, el dragón; también le disfrazaban de gnomo, bruja, atándole una mini escoba en las patas de atrás, duende, globero, …todos ellos valedores de su vida. Cuando formaron su propia familia, todos ellos se trasladaron a la puerta de las habitaciones de sus hijos.

-       Aunque no cuentan con el mejor cuentero y mentiroso de historias, su abuelo. Cuando acabe la cuarentena les contaré a mis nietos la del bicho que quiso ser emperador y conquistar el mundo, más el mundo no se dejó avasallar y le plantó cara. Érase que se era que se era érase un bicho muy ensoberbecido.

Se los imaginaba con los ojos de plato. Sin pestañear, ensimismados en la narración oral. ¿Quién le derrotaría, un príncipe valiente, una amazona, una sirena cantando a la luna llena?

-       Habría que vestir a los médicos y enfermeros, tanto de sexo masculino como femenino, con capa de superhéroes, con mascarilla por el tufo que despedía el bicho, un aliento fétido, frío e hiriente. Empezó llevándose a los ancianos del reino, pero no hacía ascos a nada ni a nadie. Los muchos caballeros andantes no tenían las armas necesarias para enfrentarlo y vencerlo. Aunque solo era cuestión de tiempo.

El día avanza, el tiempo pasa y el confinamiento ya no es tal, la gente se lanza a la calle a la desesperada, la cuarentena es un tormento. Una fina línea marca la frontera entre la libertad y el libertinaje o acracia, hay quien siempre está dispuesto a jugar al truque o a la goma, de un lado al otro. Los aplausos se extinguen; los vítores, desde el ganadero y el agricultor a las grandes fortunas, pasando por transportistas, cajeros, reponedores, bomberos, ejercito, enfermeros, médicos, …  mueren en el silencio; las 8:00 pm ya no se encuentra en la programación, tras unas cañas, un corrillo hablando, …

Hay quien aumentó los precios; hay quien donó, mas no paga por todo su patrimonio, acogiéndose a gateras legislativas. Unos explotan a temporeros, mientras otros se contagian por hallarse en primera línea y no tener material suficiente y adecuado y terminada la faena se les despide. Un tutifruti de realidades distintas, todas de la mano ante el coronavirus. Y, en mitad los confinados, partidarios de unos o de los otros. Las dos Españas, el cuento de nunca acabar. En el exterior, en la calle, libre de humos y contaminación, flota un resentimiento amparado en la pandemia. En busca del rédito perdido. El ostracismo del bicho desembocará en una nueva polémica, aunque se llevará mejor con la caña en la mano y un partido de fútbol. El sello de la locura del clima Mediterráneo.

Bota, bota,

mi pelota

ya no bota,

mi papá

me compra otra.

Brote, brote,

 covid – 19,

Otro bote,

Es un rebrote.

 

Ni pa lante,

ni pa tras,

ni parriba,

ni pabajo.

 

El resistiré pasó a la historia con bastante hartazgo.

Han pasado horas, la casa está ventilada. Fernando cierra las ventanas, en el alfeizar algún pájaro se ha cagado; baja las persianas a modo de visera. Sigue andando, no quiere dejar de hacerlo y sentirse longevo. Si no fuese por la clausura, a la que estaba abocado, llevaría una jubilación activa.

-       Maldita peste

Espera como tantos no ser llamado a filas y engrosar las cifras de las estadísticas, de las que no se ponen de acuerdo, muertos arriba, muertos abajo, enfermos arriba, enfermos abajo.

-       Este verano, en las playas, se deberá tener cuidado no solo con las medusas, en especial con la calavera portuguesa, y el pez araña, que se encuentra escondido en la arena, también con el coronavirus. Las medusas a la papelera, típico en la Manga del Mar Menor, el covid-19 de papelera nada.

Las fotos quedan para el recuerdo, aunque el español de historia poco, solo se sirve de escisiones de la integridad de la historia marcadas por los que jalean las huestes de analfabetos, perdón, de adeptos. La cultura es un arte con mantilla, peineta y el pañuelo para pedir la oreja. Y el arte del balón. Pan y toros, pan y fútbol; los gladiadores en el foso y, por instancia del emperador, pan lanzado hacia las gradas del Coliseum, pues el trigo los romanos lo recibían como pago de Egipto. O me abasteces o te lo quito. Impuestos.

-       Hacienda me va a crujir. Hasta que te regulan la pensión pasan algunos meses y… zas. Más pan para el pueblo; solo pan, que la carne y el pescado están caros. Lo mismo que a los del ERTE, al gozar de dos pagadores, estado y empresa, les saldrá a pagar. Un jaleo, me pierdo en dicho barullo.

Diez plagas bíblicas sobre los ciudadanos, un Egipto actualizado. La gripe española (1918), la fiebre porcina (1919), la guerra civil española (1936) y segunda guerra mundial (1939), el SIDA (1981), la peste equina (1987/90), las vacas locas (2000), el ladrillo (2008), la fiebre aviar (2009), el ébola (2014) y el covid- 19. Un castigo sin torres de Babel, pero si con distintas lenguas, una caterva de jergas, inglés, francés, alemán, castellano, gallego, catalán (oriental y occidental), euskera, a los que unir el valenciano, mallorquín, andaluz, el habla panocha, el cheli, el lenguaje inclusivo.

-       Seguro que me dejo alguno

Los cuatro jinetes del apocalipsis vendrían representados por la gripe española, la guerra civil, el sida y el covd-19.

Un éxodo no permitido entre provincias hasta la última fase. La tierra prometida se hace esperar.  

“Entiende, pues, hoy, que es Jehová tu Dios el que pasa delante de ti como fuego consumidor, que los destruirá y humillará delante de ti; y tú los echarás, y los destruirás en seguida, como Jehová te ha dicho… provocasteis a ira a Jehová, y se enojó Jehová contra vosotros para destruiros”.

Nada abominable comerás.  Estos son los animales que podréis comer: el buey, la oveja, la cabra, el ciervo, la gacela, el corzo, la cabra montés, el íbice, el antílope y el carnero montés.  Y todo animal de pezuñas, que tiene hendidura de dos uñas, y que rumiare entre los animales, ese podréis comer.  Pero estos no comeréis, entre los que rumian o entre los que tienen pezuña hendida: camello, liebre y conejo; porque rumian, mas no tienen pezuña hendida, serán inmundos; ni cerdo, porque tiene pezuña hendida, mas no rumia; os será inmundo. De la carne de éstos no comeréis, ni tocaréis sus cuerpos muertos.  De todo lo que está en el agua, de estos podréis comer: todo lo que tiene aleta y escama.  Mas todo lo que no tiene aleta y escama, no comeréis; inmundo será. Toda ave limpia podréis comer.  Y estas son de las que no podréis comer: el águila, el quebrantahuesos, el azor, el gallinazo, el milano según su especie, todo cuervo según su especie, el avestruz, la lechuza, la gaviota y el gavilán según sus especies, el búho, el ibis, el calamón, el pelícano, el buitre, el somormujo, la cigüeña, la garza según su especie, la abubilla y el murciélago.  Todo insecto alado será inmundo; no se comerá. Toda ave limpia podréis comer. Ninguna cosa mortecina comeréis; al extranjero que está en tus poblaciones la darás, y él podrá comerla; o véndela a un extranjero, porque tú eres pueblo santo a Jehová tu Dios. No cocerás el cabrito en la leche de su madre”

       ¡El murciélago! Estaba claro. Y el murciélago come insectos. ¡Qué asco!

Le habían sugerido que viese la película “Contagio”, cuyo estreno fue el 9 de septiembre de 2011. Le habían enviado el enlace. Mientras iba vaciando el plato de la comida, unas alitas fritas con una ensalada variada, no perdía ojo a la pantalla. Era como en el presente, sin las convulsiones de los infectados, pero los síntomas si no eran iguales eran parecidos. ¿Una profecía o un invento de laboratorio nacido en China y su origen en los murciélagos? Una casualidad difícil de digerir.

       ¿Qué no serán capaces de hacer los chinos? fabrican ropa y complementos de marca y después los clonan. ¿Habrán inventado unos zapatos virtuales para caminantes?

En una ocasión, en la playa, quisieron endosarme unas gafas de la marca Carrera; el nombre estaba impreso en la patilla o en el arco de los cristales. Si te fijabas bien, ponía CARERA.

¡Qué no serán capaces de hacer los chinos! ¿Y en un laboratorio?

Y no solo los asiáticos, el Siglo XX ha sido el siglo de las luces en los avances científicos.

1919, el preservativo de látex sustituye al de caucho, se minimizan los riesgos de embarazo y se constituye como recurso contra enfermedades de transmisión sexual como el SIDA. La Iglesia reprochaba su utilización. Se llegaron a expender hasta en los aseos de los restaurantes y bares, una máquina en la pared los despachaba al introducir el precio estipulado.

1928, desarrollo de la genética. Se descubre la estructura del ADN, eso llevará, en Edimburgo, a clonar la famosa oveja Dolly, el más famoso clon del mundo.

 Y el descubrimiento de la penicilina, atribuido a Alexander Fleming, quien obtuvo el Premio Nobel en Fisiología o Medicina en 1945.

1942, primer reactor nuclear. La energía nuclear acapara el panorama mundial, pero los cementerios nucleares no son bien recibidos, creándose un negocio de residuos en algunos países dispuestos a ofrecer trasteros nucleares alquilados.

       ¿Y qué decir de la bomba atómica en Hiroshima? ¿Y qué decir de la central nuclear de Chernóbil? Una energía peligrosa; aunque se apostaba por ella para un futuro, ahora se habla de energías renovables, buenas para el planeta. Aunque se mire por donde se mire…

1969, los astronautas Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins, tripulación del  Apolo 11, en misión espacial, viajan a la Luna. Armstrong y Aldrin caminan por terreno lunar. Se planta la bandera de los EEUU (Trece franjas horizontales de igual tamaño, siete rojas y seis blancas alternadas, y un rectángulo azul en el sector del cantón superior izquierdo con cincuenta estrellas blancas de cinco puntas. Las barras representan a las Trece Colonias originales que se independizaron del Reino Unido y las estrellas a los cincuenta estados que forman la Unión). Los luno-escépticos tienen la teoría de ser un montaje de los EEUU, pues si la luna carece de atmósfera ¿por qué ondea? La respuesta que se da es bien simple “que el paño estaba arrugado”.

       ¡Yankis!

1950, Las consolas, de supuestos beneficios saludables en su uso como la toma de decisiones rápida, la mejora de la memoria, mayor observación en los detalles, aumento de la capacidad lectora, capacidad motora (coordinación óculo manual). aprendizaje, actividad física (wii), estabilidad emocional, valores, estado de ánimo positivo.

Horas y horas de juego, sobrepeso, tendinitis en los brazos, ansiedad y estrés, soledad social, escasa conciliación familiar, riesgo en internet, …

       ¡Qué no serán capaces de hacer los chinos en un laboratorio!

He perdido la supuesta objetividad del tiempo. ¿La mañana de la que hablo es de ayer, tal vez de anteayer, de antes de anteayer o es la de hoy? ¿El día del que hablo ya es pasado o aún vive en el presente?

La subjetividad del espacio y del tiempo, una percepción diferente, una objetividad desigual, la botella medio llena medio vacía en la filosofía popular. Y se produce la parcialidad del tiempo. Existen momentos que se proyectan interminables frente a otros que se sienten tímidos, escuetos en exceso. Penas y alegrías marcan la diferencia, los límites de la una y de la otra.

-       ¡Y el ansia!

Después de un estado de alarma, el deseo de liberación esclaviza el alma en actitudes osadas e irresponsables a la normalización que debe presidir y priorizarse el día después. No hay píldora, solo el castigo hace retroceder la irresponsabilidad.

-       ¡Al igual que los luna-escépticos, existen los covi-excépticos!

Unos niegan la pandemia en sí, otros las medidas de protección o ambas. Los debates se sitúan en un sí o en un no a las mascarillas, los guantes, el confinamiento, el ingreso mínimo vital,… todo es polémico. Las dos Españas se definen en contracorriente.

-       ¡La que han liado los jodíos chinos! ¿Y cuál es la verdad? ¿El murciélago? ¿El laboratorio?

Los días se acumulan, las horas suman; el silencio se rompe, la luz cambia de intensidad, las imágenes se mezclan. El tiempo corre tendencioso, arbitrario a la rotación del tiempo. ¿Sería más sencillo si la tierra fuese plan, no se trasladase alrededor del sol y no girase sobre su eje? ¡Solo el dios sol y la diosa luna, pues la cólera de Dios es terrible!

“Y Jehová descendió para ver la ciudad y la torre que habían edificado los hijos de los hombres. Al ver el orgullo y la arrogancia en el corazón de esta gente, Jehová hizo que hablaran diferentes lenguas, para que nadie entendiera el lenguaje del otro, que no pudieran comunicarse, provocándose una gran confusión. Así los dispersó Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra.”

Mañana será un día como hoy y hoy será como un ayer, una sucesión de un tiempo vivido y repetido. La monotonía impregna los designios de la ciudad languidecida; la polución y el estrés dieron paso a la inactividad dudosa. ¿Quién no deseaba un año sabático, mas de una manera distinta, no con el incordio de la incertidumbre? ¿Dónde desembocaremos arredro del lado oscuro?

Pongo el Spotify. Escucho la lista compartida de y con mis nietos; suena, aleatoriamente, corazón partío de Alejandro Sanz. La nostalgia se debate entre la tristeza y la alegría, un cóctel fácil de digerir, tras la resbaladiza de unas lágrimas melancólicas.

-       Ya se permite visitar a la familia, se puede hasta comer juntos, salvando distancia. ¡Qué raro se me va a hacer! También se habla de vacaciones. ¿Vacaciones a dónde?

Las redes instan a que el dinero de España se quede en España, un turismo vacacional peninsular ibérico, unos hacia allá, otros hacia acá, sin traspasar fronteras, pues además de lo complicado que supone mantener la distancia de seguridad en los aviones, cuyo destino sean otros países, ayudaremos a la economía española, al resurgir del negocio de restauración, siempre y cuando haya dinero; tanto ERTE, tanto despido, tanto cierre, … Tal vez, el pueblo, siempre y cuando se tenga un pueblo al que arribar con casa y eso, pero sin fiestas, sea la solución de muchos.

-       ¿Cómo mantener la distancia de seguridad en un país donde circulando te comen el culo del coche? No estamos preparados para alguna que otra gaita de salud, sanitaria, legal, aconsejable, …

La vida es un compendio de diversos momentos, momentos de sueño, de realidades inventadas, de alternativas no cumplidas y momentos testimoniales de una cierta proximidad con la familia, los vecinos, los amigos y conocidos y los compañeros; se conocen y se temen. Y algún momento lúdico para dar a la vida un color risueño. No se debe uno sorprender con este pensamiento, estas palabras no están teñidas ni de tristeza ni de negatividad, pues la vida es hermosa y ausente, después de un diario con principio y final. Tenemos motivos para vivir y tenemos motivos para morir, siempre hay una plaza vacante, de presunta fortuna para el neonato y de cerrar un ciclo para la flor que se marchita y fenece.

“Me duelen los ojos de mirar sin verte,

Reniego de mí,

Que tienen la culpa de tu mala suerte,

Mi rosa de abril”

-       Marzo, abril, mayo, junio, julio,… solo un beso de codo. Esta lejanía duele cada día. Nacemos solos y solos morimos.

“En el campo de concentración no es la virtud lo que determina la suerte; es la suerte la que rige la virtud” (Primo Levi)

¿Cuál es la virtud de un confinado? ¿Existe la suerte del confinado? ¿Como virtud se podría señalar el cumplir con las normas sanitarias y de prevención y como suerte la casualidad?

-       Tú puedes cumplir las normas, lo aprobado, lo concertado, lo aconsejado y el que está a tu lado no. Se rompe la cadena y la suerte no formará parte de la virtud. Como en la conducción, hay que estar más pendiente de los otros que del nosotros.

¿Podríamos considerar el 23 F como un confinamiento? Confinados durante horas los diputados en el congreso, eludiendo en el suelo los disparos de los guardias civiles, con la humillación en sus rostros. Confinados durante horas los soldados en sus cuarteles. Confinada la población tras la radio. Confinada la libertad frente a un periplo de golpe de estado.

-       Como el golpe fracasó, los golpistas fueron confinados en la cárcel.

Ya empezaron las visitas familiares y los desplazamientos y abren el negocio de la restauración. Las Kellys vuelven al trabajo, mascarillas y guantes; higienizar las habitaciones de nuevo a la carrera y por cuatro perras gordas.

-       Los empresarios con las ganancias de sus negocio, año tras año, podrían estirarse un pelín más, más que bondadosos ser justos.

-       Abuelo, ¿cómo te encuentras? Hemos venido a comer contigo y a darte un beso de codo. La comida la traemos hecha, macarrones con chorizo y tomate, gratinados con queso. ¡Un puchero de ellos! Y saldremos a dar una pequeña vuelta. ¿Tienes mascarilla?

La mascarilla forma parte del debate, ¿mascarilla sí o mascarilla no?

-       Y la mascarilla termina en el agua de ríos, mares y  océanos y las gomas atrapando la fauna marina. Sushi con covid 19.

El mar el gran doliente de la mano del hombre, se diezma su población y vegetación, se inunda de medusas de plástico, vertidos industriales, islas de petróleo, deshielo, presos políticos de la dictadura chilena (dejados caer desde los aviones), ahogados de pateras hundidas, colillas de cigarros, … Un sinfín de zancadillas al medio ambiente; sin olvidarnos de selvas, bosques, incendios de verano (madera quemada para la industria), chalé que se construyen ganando terreno a los pulmones del planeta. La ecología viene a ser un planteamiento más político que real, locos por el voto. Y mientras se proyecta una colonia para el futuro en otro planeta a desvastar. ¿Qué selección, qué principios regirán el destino de los afortunados? ¿El dinero, la juventud, el intelecto, un cuerpo sano, el dedo de un funcionario o de la cúpula del poder, un comité de expertos? Y en esta vorágine, el español de a pie se quedará en una tierra de remiendos, necesidades y aire polucionado.  El sol saldrá y se pondrá matizado con colores ennegrecidos, arrasando la piel de verdugones y ampollas, el factor 50 no bastará frente unos rayos sin resistencia en su penetración. ¿Y si, entre los seleccionados a esta nueva urbe colonial existiera algún que otro portador de la pandemia sufrida?

-       Mi gozo en un pozo.

La vida transcurre en un sinfín de pandemias éticas y morales. Manifestaciones en el orden del día, las redes sociales detrás del contrario, infectadas de insultos. ¿Culpables? Los unos señalan a los otros y los otros a los unos, un tira y afloja.

Se abandona el confinamiento y las medidas no son útiles pues cada cual hace lo que a cada cual le viene en gana. Se espera una nueva ola. Ya ha empezado. La estampa de chinos y japoneses con mascarilla por las calles de Madrid ya es anecdótica. Todos con mascarilla.  El bicho no ha sido contenido. Hablan de libertad, sintiéndose libres incumpliendo las más simples normas sanitarias

-       Hoy he llamado a mi ambulatorio y estaba cerrado, cuando no tardan de coger el teléfono. El servicio dispensado es por teteleoperadora.

El fonendoscopio abandonado en cualquier rincón, sin auscultarte detrás de las cortinas, sentado o tumbado en la camilla de la consulta. Tú explica por el teléfono y ellos diagnostican.

-       Todas las instituciones dan un pésimo servicio. El bicho anda entre los papeles de la administración.  Guardan distancia de seguridad con el posible consumidor de ventanilla. Ahora se abren, ahora se cierran, sí, no, sí, no,…como deshojábamos margaritas en mi niñez, me quiere, no me quiere. Eso y buscar un trébol de cuatro hojas.

-       Abuelo y dónde se encontraban las margaritas y los tréboles.

-       Antes había campo cerca a tu casa, hoy todo es un vegetar entre ladrillos, la naturaleza de la construcción.

-       Abuelo, mis papás compran plantas en tiendas, como en el Verdecora.

-       Ya, las macetas, una ridiculez frente al medio ambiente, pero menos es no utilizarlas, aunque sea para decoración de interiores y exteriores.

Sí, no, abro, cierro. Los pequeños negocios familiares caen frente al coronavirus.

Hoy, me han ingresado. Mi corazón se ha cansado de latir, pocos latidos y muy lejanos. Una línea verde indica la zona limpia y una línea roja la zona sucia del hospital. La UCI está a reventar, no hay camas, y la única solución es intervenirme; mi cardiólogo no puede hacer nada, solo remitirme a otro hospital con alguna cama libre. No entiendo por qué en las redes sociales se habla de hospitales y de UCIS no colapsadas; no se debería hablar por hablar y menos por defender posiciones políticas que son cuestionables. Los pacientes y enfermos experimentan la realidad del momento y ésta es incuestionable. Los negacionistas de la realidad también pululan, según ellos mienten los que hablan de la sanidad sin recursos y sin infraestructura. ¡Cómo si uno no tuviese ojos en la cara!

Me trasladan. Ingreso en un box de urgencias, hasta que puedan disponer de una habitación en coronarias. Y ocurre cerca de la noche. Están a tope.

 Una pecera será mi residencia, solo, monitorizado, sin poderme mover; una cuña en la mesilla y arropado por una sábana que esconde mis vergüenzas. Una enfermera, de genio andaluz, me abronca por llevar la mascarilla “de pato”, dice que ésa solo me protege a mí, que mientras estén conmigo debo de ponerme la quirúrgica y me la suministrarán ellas día a día. Así lo hago; aunque alguna enfermera y doctora utiliza la quirúrgica encima de la de pato.

Siento calor. La vía me molesta, se ha doblado en el ir y venir; nueva vía y al otro brazo. Han tenido que pincharme medicación. Pienso en mis seres queridos, en mi mundo, en mis latidos, tengo mucho tiempo para hacerlo, todo el tiempo del mundo. Las pulsaciones suben y bajan alocadamente. Y el tensiómetro cada media hora, aproximadamente. Es difícil dormir. ¿Quién desea dormir en dichas circunstancias?; o tal vez sí, dormir, despertar y que todo haya pasado, un viaje en el tiempo. 

La voz de los enfermeros me llega cercana y me hace compañía. Sus risas y su precipitación en el hablar no me molestan, más bien deseo que no se callen. No tengo el cargador del móvil, todo fue demasiado deprisa.

Empiezo a darme cuenta de la existencia de otros pacientes, cada uno en su pecera rodeado de cables y aparatos. Hay dos que constantemente se quejan; por la voz, intuyo que son una señora mayor, que repite y repite hasta la saciedad algo que no logro entender, en un quejido prolongado, y el que está en la pecera enfrente de la mía, también de edad avanzada. Éste se queja por la comida, pues quiere fruta cuando le traen gelatina y pide que le den de comer; tampoco encuentra su móvil, no sabe dónde lo ha puesto, así mil y mil veces mil; ¡qué cuándo le van a llamar sus hijos!; que si patatín que si patatán. Las preguntas se repiten cada dos por tres en un espacio de tiempo seguido. Llora cuando recibe las llamadas, después de buscar el móvil, nuevamente perdido, la enfermera o la auxiliar de turno entre las sábanas y la mesilla. Tiene una herida en la pierna que no se le cierra, el problema puede ser la diabetes o una válvula, vaya usted a saber. Al final, dejaron entrar a su familia en dos ocasiones, cuando dejan que entren no es buena señal. Los demás pacientes fluctúan en el silencio de sus peceras, en la prolongación de un letargo físico o psíquico, en los que me encuentro yo, enredado en pensamientos y en la voluntad de vivir.

Dicen de mí que me porto bien, que no causo ninguna molestia; pero, yo creo que es el acojonamiento que me acompaña desde que ingresé y por la cirugía a la que tengo que someterme.

La mascarilla está presente en el uniforme tanto del paciente como del personal sanitario, los pasillos y las salas de espera están vacíos, al contrario que las consultas, habitaciones, box, UCIS, urgencias. Nuestras familias no pueden pasar. Entre susurros se escucha la necesidad de cerrar Madrid. Todo va de mal en peor. Hay consultas y pruebas que son suspendidas por no poder atenderlas y ante el peligro de contagio.

Los días se retuercen a sí mismos.

Estás solo y tus pensamientos son los únicos compañeros en estos momentos; y el miedo se refleja cuando escudriñas las pantallas que te controlan y te definen como paciente.

Escuchas, entre cerca y lejos, noticias acertadas o desacertadas de la pandemia que asola el hábito de vivir sin culpas.

¿Una nueva era se presenta en nuestro futuro? ¿La línea del tiempo, desde la prehistoria al momento actual contará con un nuevo bloque, tomando como partida el covib-19? ¿Cambiará nuestra forma de ser y actuar?

 La forma de ser es casi impensable que se module o se oriente en otras direcciones, las dos Españas se definen desde tiempos incalculables y, ahora, más con el recurso de las redes sociales; cualquiera puede presentarse en ellas como si fuera un catedrático e investigador del tema, azuzado por los medos informativos que, desde un primer momento, han decidido tomar partido y no ofrecer información aséptica, la información llega sesgada y partidista. Y qué decir de la tolerancia política. ¿Hay que tomar partido? No entendemos lo de hacerse a un lado y dejar trabajar a los que deben velar por nuestra salud. Todo se critica o se justifica; cierto es que se pone en entredicho, cada día, cualquier medida; unos contradicen a otros, las especialidades abordan a otras especialistas. Un saber popular se iza tras la bandera de la discordia, se pretende bajar del burro al presunto contrario a sus teorías hilvanadas con fino hilo quebradizo. Me atrevería a asegurar que Saramago hizo acopio de la actitud del hombre ante la adversidad y plasmarla en su “Ensayo sobre la ceguera”.

Tumbado percibes el correr del tiempo, no sabes en cuál de los dos sentidos, conoces la dirección marcada, mas el sentido corresponde a lo que te designe ese montón de huesos y carne que modela tu cuerpo, bueno, a sus órganos vitales. Y que no recibas la visita inesperada, como otros las recibieron en las UCI y en las residencias, y te haga abandonar el barco antes de tiempo, no para embarcar en un bote hacia la costa. El único salvavidas está en las manos de los profesionales de la medicina y en las medidas higiénicas, siempre cuando lleguen a tiempo, pues la atención al paciente se ha vuelto casi imposible y con la atención primaria irreconocible.

Todos se complica; tal vez, el clima mediterráneo nos dé ese punto contrario a la simplicidad, aunque sencillo es tumbarse al sol y degustar la comida mediterránea. Doblegar la curva del Covib-19 es como doblegar la voluntad del mediterráneo, puede que la vacuna sirva, en su momento, para volver a pisar con los pies descalzos las arenas excitantes de la playa que son el pórtico al aurea de nuestros mares y la famosa paella en los extranjeros y nacionales. ¿Quién no desea ello? Pero andamos descalzos hollando las ascuas del infierno, purgando actitudes mezquinas e insolidarias. Con el tiempo puede que se convierta en algo anecdótico en la historia de nuestro país, como la fiebre española, y se olvidará, porque la historia no importa, no da de comer, y lo que no se ha vivido se califica como historias de nuestros mayores, nada que ver con las nuevas generaciones. El bien y el mal no forman parte de una misma moneda, la dicotomía se diluye en suspiros de ininteligibilidad.

Unos sacan los rosarios de los cajones y la fe en la iglesia - los rezos se multiplican en oraciones piadosas-, otros piden más refuerzo de personal y material; muchos llevan mascarilla y el confinamiento como penitencia asegurada, mientras los ciertos asisten a fiestas privadas presididas por Baco. Hay quién se atreve o se ha atrevido con las drogas y no es capaz de arriesgarse con la vacuna. Los relatos supuran acritud.

No hay dos sin tres, ¿la tercera ola está por llegar?

La máquina se ha debido volver loca, pita endemoniadamente; se oyen pasos precipitados, varias enfermeras salen al rescate, hablan en voz queda; las peceras están en silencio, dormidas ante el hastío. ¿Seré yo quien vea la luz al final del túnel? Sí, no, sí, no, …

Se acercó al mar, un mar azulado y refrescante; se descalzó y recogió los náuticos en su mano derecha, hasta depositarlos en la barcaza varada en la playa, cuya longevidad estaba impresa a babor y a estribor. Cuatro boyas, dos a cada lado, de un color impreciso y una red que envolvía todo. Y ahora sus zapatos. Los granos de arena creaban pequeños hoyuelos en la planta de sus pies, ansiosos por aquel fluido al cual se acercaban en el límite mismo entre la arena y el mar. A su contacto, una sensación deseada arrinconó sus pensamientos, la realidad del día. Forzó la vista, mientras intentaba hacer visera con los dedos de su mano derecha, dejando sus ojos castaños en el umbral de la sombra. Buscaba el infinito, donde el agua con el sol remarcaba un esplendor de colores vivos de ensueño. Dicho fulgor erizaba su piel y le proveía de un sentimiento de vida y, a veces, de nostalgia que le trasportaba a la bendición de haber nacido para contemplar las maravillas de la naturaleza. El cuadro se dibujaba en brochazos suaves y continuos dando lo mejor de si. Una nebulosa de paz le atraía hacia la isla soñada y sonrió, mientras en sus ojos se reflejaba como en un bruñido espejo.


  DIARIO DE UN CONFINADO

De Alberto Blanco Manzanas


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