Sin ánimo de comparar una con otra, esta obra narrativa, la taberna de Silos, me recuerda en su estilo a la novela el nombre de la rosa, novelas de género negro, donde, debido a unos crímenes en un monasterio, el protagonista busca encontrar al asesino o asesinos y las razones que llevan a estos asesinatos. Existe diferencias entre los personajes de las dos novelas; en el nombre de la rosa, es un personaje lucido, observador, intuitivo y reflexivo, un pensamiento que va más allá de la simple normalidad; y, el de la taberna de Silos, es un personaje de un pensamiento ilustrado, curioso, maduro y por ello ecléctico, y, en ocasiones, escéptico, por su pasado. Las dos nos acercan al medievo.
Gonzalo de Berceo, poeta y copista, se empeña en encontrar al asesino de un monje en el monasterio de Silos. Corre la primera mitad del siglo XIII cuando el abad del monasterio de San Millán encarga a uno de sus servidores, Gonzalo de Berceo, la misión de viajar al monasterio de Silos para copiar un manuscrito latino y hacer con el un poema castellano. La secreta intención de la visita es que los dos monasterios aúnen fuerzas contra el papa y sus obispos, que pretenden quedarse con los beneficios de la producción de vino, y contra la pujanza de los nobles castellanos, ávidos tambien de entrar en el negocio. Sin embargo, en plena fiebre del vino, una sucesión de asesinatos tan cómicos como truculentos complica la situación. Para más desgracia, Lope, un peregrino borrachín, y Elo, la tabernera del lugar, tan joven como astuta, se empeñan en ayudar a Berceo, convirtiendose en una molestia constante que puede dar al traste con su misión.
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