CORREO ELECTRÓNICO

domingo, 2 de enero de 2011

EN BUSCA DE LAS PALABRAS PERDIDAS. CUENTO CORTO.

Juan Simón se levantó temprano, deseaba vivir el día; alzó la persiana de la ventana, pero el día no clareaba, la luz le llegaba de inútiles farolas que contaminaban el espacio exterior, expulsando luz en todas las direcciones menos en la apropiada, hacia abajo.
-       Es importante poder percibir el suelo y lo que se encuentra en él, pues, tal vez, con un pelín de despiste ciego, puedes pisar una cagada de perro, aunque vociferen que pisar la mierda da buena suerte.
El tamiz del cielo estaba de un ennegrecido corrupto de gases, cada casa aportaba dos o tres coches, uno para el padre, otro para el hijo y un tercero para el espíritu santo, es decir, madre, hija,…, coches de corto recorrido, por ejemplo de casa al colegio; más calefacciones a tope, como posibilidad de andar descalzo y en calzoncillos por el pasillo y dependencias de cualquiera de las casas adosadas, con mucho ladrillo, poca vistosidad y ocupando los lugares exactos donde antes había árboles, ni un metro más allá, ni un metro más acá. Árboles decapitados sin ningún miramiento, después de una vida longeva. De su cocina saltaban los berridos de la cafetera. Un café y a echar a andar. Juan Simón siempre ha sido un enamorado del café, le mantiene despierto y su mente se abre al presente diario. El día presentaba ese pichi picha de tan pronto llueve como hace sol, tan pronto te arrebujas en un jersey de cuello alto como expones los brazos descoloridos al aire y ¡constipado al canto! ¡El cambio climático!, una necesidad imperiosa y aceptada para el aburguesamiento y comodidad de cualquier vecino.
-       ¡Todo no se puede tener en esta vida!,… ¡pues a vivir que la vida son dos días!
Mientras sorbía el café caliente entre sus callosas manos, enchufó la radio que tenía encima del frigorífico. La emisora iba y venía haciendo pequeños y detestables ruidos que incomodaban la atención de Juan Simón; la casa tenía de todo, pero ese todo no estaba colocado donde a él se le ofrecía el poder colocar una tele o una radio, y los cuernecitos hacían su apaño, en unos momentos sí, en otros no. Emitían una tertulia y los tertulianos se enrollaban con el denominado tema de la crisis que embargaba al país. Parece ser que ya había recesión, pero el paro seguía aumentando. Lo de la recesión le venía un tanto amplio, él era, mejor dicho, había sido albañil de quita y pon este ladrillo; ahora, era un número más en esa maraña de crisis y paro. Si la palabrucha recesión no la entendía, menos entendía eso de estar saliendo a la vez que el paro aumentaba. Su escaso conocimiento chocaba con sus pequeñas reflexiones lógicas. Tenía la educación secundaria obligatoria, aunque los cursos los fue pasando, no superándolos, pues el sistema educativo, una vez un curso repetido, te deja seguir, aunque arrastres varias o todas suspensas. Y todo fue coser y cantar, perder un curso y fumarse su escolarización  sin aprobar los demás. Por lo que eso de la recesión le sonaba a chino, como a chino también el galimatías de superarse la crisis y aumentar el paro. Entendía que dos más dos son cuatro, no cinco. Era buscar tres pies al gato. ¡Buscar! De pequeño, cuando jugaba al escondite, no era de los de encontrar enseguida a los escondidos, pero la crisis sí que la encontró ¡y a la primera! También recordaba que de mozalbete jugaba con los de su portal a la búsqueda del moco perdido. Uno de ellos pegaba un moco en las paredes del ascensor y los demás debían buscarlo. Los mocos ennegrecidos llegaron a colgar del techo de aquella cabina que bajaba y subía, dejando un peldaño de diferencia con el suelo del pasillo. El moco era moco y cuando lo encontrabas tenías derecho a pegar el siguiente. La vida resultaba más fácil, sin tanta complejidad de palabras con denominación política, palabras de quita y pon, como sus ladrillos, según la necesidad del locuaz portavoz del momento y la calificación de las circunstancias. Por fin, el día abría, monótono, de un gris sucio y con panorámicas de cemento, ladrillo visto y asfalto, lunetas escarchadas y con chorretes; algunas chimeneas humeaban; y los baches estaban por docenas, es un decir, pues en realidad podrían ser pequeñas irregularidades del terreno para terminar de despertar o desadormilar al matutino conductor.
-       ¡La botella siempre está medio lleva o medio vacía!, dos explicaciones para una misma cosa. Según tus necesidades, tendrás o te faltará la mitad.
En la calle, lucían las mierdosas hojas de otoño y las bolsas de plástico que se enganchaban a los barrotes de la puerta del garaje. Hojas, colillas, cacas de perros, bolsas, papeles y algún virus con descrédito a la salud. Salió a andar,  a patear su mala uva, su mala leche, ante su no tener trabajo, ¡la botella medio vacía! ¡Un año sabático!, ¡uno detrás de otro!; ¿Podría considerarlo como un tiempo de asueto a su vida laboral? El dinero no le llegaba, se le acababan el subsidio y las ayudas, ¡y la vida estaba muy cara! ¡Y los impuestos subían! ¿Tal vez visitando varias tiendas, varios mercados,…? Buscar productos más baratos, pero la inmensa mayoría de aquellos productos tan baratos eran insulsos, sin gracia, sin… ¡Donde estuvieran aquellos tomates de pata negra, a pesar de los cinco euros el kilo,… o aquellas setas por veinte euros! No era de boca bonita y exquisita, pero a ¡quién le amarga un dulce, si el dulce es bueno y no de producción rápida y desequilibrada para el consumo mayoritario de la masa obrera! “Masa obrera”, sonaba a comunista la frase, palabras políticamente incorrectas, debía sustituirlas por otras más del siglo XXI y de la sociedad actual, una sociedad menos basta, más delicada en los decires y en los haceres. Saltaba tan pronto de la acera a la calzada y viceversa, para no molestar a los chuchos que gruñían desconsideradamente enseñando sus afilados dientes y sus gruesas pezuñas por las rendijas, separaciones, huecos,… Una forma de practicar el aeróbic, ahora subo ahora bajo, ¡bueno para el corazón! Los ladridos le alteraban el ritmo cardiaco, como a los coches y a las motos la aceleración, haciéndolos más vivaces. ¡No hay bien que por mal no venga! Había llovido esa noche, aunque no se había lavado lo suficiente el paisaje desangelado; parecía agua de chocolate en pequeños remansos, charcos que con poca gracia saltaba Juan Simón, a la vez que sorteaba algún jodido coche que podría salpicarle.
-       ¡Qué estrés!
Agarrar un volante es estresante, estresante era tener trabajo e ir a trabajar, estresante era el recorrido de casa al trabajo, estresante era el jefe que sabía de todo y no sabía de nada, pero que tenía referencias y amistades. Todo estresa, hasta el punto de plantar los cuernos a distancia a otro conductor o llamarle hijo de puta, un hijo de puta con trabajo. Una guerra de estrés. Una guerra que no llegaba a las hazañas bélicas, y guerreras del país, teñidas del azul celeste de la paz, una guerra sin guerra y de paz, paz con guerra sin guerra; combinaciones resultantes de dos palabras: guerra y paz, como el título de la obra de León Tolstoi.
-       Estresante es el banco y sus requerimientos.
Miembros y miembras de la vecindad, con las mochilas de sus peques al brazo, se disponían a acercarlos al cole y, como no existía transporte escolar a pesar de la distancia, distancia que no concordaba con la oficial de los mandamás que oficializan todo para que la legalidad esté de su parte, montaban su propia caravana, un coche detrás de otro, una cabalgata de vecinos del pueblo. El primero paraba y descargaba, los demás esperaban en cola; una rutina estructurada con cierta regularidad. Una caravana que remitía ante el templo del saber, donde los técnicos de las tizas intentaban ofrecer su conocimiento en la jungla de la educación, ante un sistema de resultados pésimos frente a otros países y el ir a su cola.

     -      ¡No es gran mal! Tan importante es la cabeza como la cola; alguien tiene que ocupar ese lugar, ¡no hay rico sin pobre y listo sin tonto! Todo tiene justificación, ¡medio vacío o medio lleno!

Justificación. Justificadores. Administradores del poder político que con su gran cultura catapultan y disparan nuevos términos a las desgracias que no son tal desgracias, es cuestión de ronronear una excusa terminológica, “contraculo” de la otra.
-       ¡Y un necio pueblo que lo crea!
Tras el mausoleo del saber, una jungla de excelente educación de los variopintos alumnos, distorsionadores de la paz, y cortesía descortés de ciertos padres, madres, miembros y miembras de la comunidad educativa. No, no es permisibilidad, es educación de la ciudadanía democrática de un país en desarrollo de igualdad y libertad. Igualdad y libertad tripartita, pública, privada y concertada.
-       ¡Viva el tripartidismo! Menos el público que los otros dos.
Subiendo y bajando aceras, llegó al casco antiguo de la población; algunos negocios no tenían levantadas sus cortinas metálicas, ni las levantarían, pues muchos de ellos, igual que abrían, cerraban. Era más fácil cerrar que abrir, no contaban ni con la protección ni con la consideración de un organigrama de desarrollo económico industrial, por parte del sacro santo consistorio que lanzaba muchos cohetes y destellos de contento en las fiestas más festivas. Mas ello significa una mayor tranquilidad para un mayor descanso, sin el bullicio de tiendas, transporte y descarga,… donde lo fantasmagórico se convierte en calidad de vida. ¡De qué quejarse!
Juan Simón se lo pensó dos veces, tal vez tres o cuatro, el entrar en el bar de la esquina y tomarse un café, pero el euro podría servirle para pagar la subida del recibo de la luz, según el ministro bombillas de bajo consumo; un euro, un café; una subida insignificante para regular el gasto de las hidroeléctricas. ¡Hay que seguir subvencionando el carbón caro que tan caramente había matado a tantos mineros, además de mancharles la tez de un negro carbón! En el bar, el sabor amargo del café, el vapor y el olor ya no podrían estar mezclados con las volutas de humo de los cigarrillos. Eso era bueno, ¡hay que apartarse de las drogas! Tabaco, no; bajadas de internet, tampoco; canon para disquetes, sí; impuesto de pirateo para la informática, sí; defensa de cantarines que ya no cantan, sí.
-       ¿A la puerta de la SGAE se podrá fumar?
Juan Simón pensaba que la sociedad era cambiante y cambiaba para bien, en permanente complot con el ciudadano y daba gracias por ello, pero no a Dios, ¡Dios es otra cosa! Dios pertenece al recalcitrante pasado religioso y cultural. En la actualidad, se es más condescendiente con las religiones de los otros, pues nuestra evolución socio-cultural está por encima de nuestras “herencias”. Tolerancia, aunque cero para algunos o para temas contrarios. Gracias por una sociedad no de ilustrados, pues a los ilustrados no se les entiende, parecen que hablan con una retórica en contra de los avatares políticos sociales de la ciudadanía. Ilustrados, libertinos.
-       Más fácil son de entender los cargos públicos que por públicos “no pueden fumar”; Juan Simón sonrió ante esta ocurrencia chistosa a la vez que tonta.
Una chinita le jodía en el interior de la playera; se arrodilló, se separó los belcros y vapuleó al viento la zapatilla, la piedrecita saltó. La jodida crisis. La crisis era como una trucha en la mano desnuda del humano; cuanto más la aprietas, más empuje para resbalar y escapar.
-       Creo que no tomaré ese café, aunque ponen unos pinchos que te cagas,… unas lonchitas de jamón guapas. Y hablando de jamón, a partir de ahora, no habrá más problemas con la palabra jamón, pues si los musulmanes no pueden saborearlo, porque su religión se lo prohíbe, a este paso que llevamos la mayoría de nosotros, por la crisis y el paro, nos lo prohibirá nuestra economía.
Juan Simón, ensimismado en sus conflictivos pensamientos, en la trágica realidad, en la frescura de la mañana, volvió indeciso sobre sus pasos, sin abrir la cajetilla de cigarros, arrastrando su desdibujada sombra provocada por un sol inexacto, con la fragilidad de un pasado de contribuyente, en busca de las palabras perdidas. Esperaría con ansia el ser uno de los elegidos y volver a trabajar, jubilándose a los sesenta y siete años. Y el gallo cantó tres veces.

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