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jueves, 23 de febrero de 2012

INTELIGENCIAS MÚLTIPLES

Hoy, aquí, en España, recorre nuestras tierras pedagógicas una nueva teoría, la teoría de las inteligencias múltiples. Viene a decir, en escasa contemplación y vulgar resumen, que el individuo no goza de una sola inteligencia, que tiene otras y entre esas otras existe una o unas en las cuales puede sobresalir y gozar de altura. Los más progres, esos técnicos de la educación que no quieren sentirse obsoletos y con la urgencia de ser percibidos como inteligentes, precisan abrazarse a ella u a otras teorías de la modernidad como quien halla interés en abrazarse a una farola. La verdad es que no es tan nueva dicha exposición, ponencia, libro, opinión,..., ha existido desde el principio de los tiempos con mayor o menor fortuna y no sólo como teorético esnobismo, las llamábamos aptitudes (con p), hobbies, intereses, capacidades, habilidades, talento, don, genio, maña, arte,… al servicio del individuo y su implante en la sociedad, en los gremios, en el trabajo,… Otros pedagogos trabaron una relación directa con ella en el desarrollo de sus teorías o de su trabajo. Así entre los planteamientos de las hermanas Agazzi (pedagogas italianas S. XIX / XX), para el desarrollo de sus alumnos de clase de origen humilde, entraban el canto (la música, una de las llamadas inteligencias múltiples) y el huerto (como posible futuro de trabajo, con el desarrollo actitudinal que supone). Es bien cierto que el canto tenía un carácter más lúdico que técnico. Célestin Freinet con su funcionalidad en el trabajo, su método natural, la imprenta, el desarrollo cooperativo,… Hasta en sociedades retrogradas el canto, el piano, la música eran la preparación de la niña rica en espera de matrimonio. Academias de arte, de teatro, de pintura, de fotografía, de mecanografía, de informática,… asociaciones culturales, deportivas, equipos de fútbol, peluquerías, talleres de mecánica con aprendices, formación profesional, nuevas carreras (biblioteconomía, por ejemplo), clubs, talleres de manualidades y un sin fin de realidades abiertas al desarrollo del humano pululan por cada rincón de los países desarrollados. Y va uno, o unos, le cambian el nombre, lo pintan con colores llamativos, publican un libro y ofrecen una nueva teoría a la cual abrazarse como panacea del presente y solución a los problemas de un inteligencia cognitiva endeble y marcada con unos límites, es decir, como solución al déficit de la inteligencia común de cualquier individuo.
La idea de la que parte ha sido y es buena, pero no se debe abandonar el desarrollo integral del individuo, su inteligencia cognitiva, por un desarrollo centrado en su motricidad deportiva, su inteligencia en el juego deportivo, por ejemplo, como un Forrest Gump que llega a la universidad por su acelerado correr (Butragueño, mientras jugaba al fútbol, sacaba adelante sus estudios de derecho). Se puede ser un genio en la pintura, pero no por ello abandonar el desarrollo e intentar el dominio, la madurez, la superación en aquellos aspectos en los que se encuentra limitado (salvo que la limitación sea insalvable). Hasta el final de nuestras vidas, siempre es pronto para tirar la toalla y justificar así la inmadurez del que abandona o es abandonado a otras inteligencias alternativas, por su corto y lento avance en aquella inteligencia que domina nuestra vida en términos generales, pues lo cortés no quita lo valiente, como dicen nuestros mayores, a los que no les falta punto de razón, a pesar de su analfabetismo por el escaso desarrollo en épocas pretéritas en las que su presencia era necesaria en el campo desde los primeros años de su existencia. Cultivarse en todos y cada uno de los campos y después elegir, siempre que los tiempos te dejen por sus circunstancias y envites, es la única y verdadera opción en la existencia del hombre, sin reparo a ser inferior a los demás, suponiendo que lo sea en ciertos aspectos.
Paulo Freire (que en 1961 fue nombrado directos del Departamento de Extensión Cultural de la Universidad de Recife, en Brasil) expuso la opinión de que para acabar con el analfabetismo de su país, era necesario que el analfabeto se diera cuenta de su problema, de sus limitaciones, única manera de poder cambiar esa realidad. Si hacemos extensible dicho pensamiento a las limitaciones de la inteligencia común (o cómo demonios deseemos llamarla), el aceptarlo es el primer paso para acometerla y lograr límites insospechados hasta el momento, a la vez que desarrollamos y gustamos de nuestras otras inteligencias, sin renunciar a ninguna de ellas.

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