Qué decir de la universidad española y de los universitarios. Primero, no están todos los que debieran estar. Hoy en día es un problema de dinero; si lo tienes y quieres, puedes acceder; si no lo tienes, realmente poco puedes hacer, salvo pedir un crédito y empobrecerte más. Las becas desaparecen por arte de magia y la matrícula pasa a niveles muy altos, a lo que hay que unir libros, desplazamientos, créditos,...
Mas si la parte monetaria es importante, no lo es menos la poca valía que se da a los estudios universitarios. Dicen que a partir de tercero empieza lo bueno, pues el primer y segundo son más bien flojos, tanto es así que algunos universitarios abandonan las carreras porque no le ven sustancia (se habla de un periodo para escaldar el número de matriculados, es decir, para que se vayan). El primer curso les viene bien que sea flojo, así pueden ellos a su vez flojear, pero en el segundo curso empiezan a sentirse insatisfechos, ante la ausencia de profes, materias flojas y que se repiten, profesores que no se ciñen a la materia o que establece sus pareceres aunque éstos sean erróneos (uno comentó, en una universidad de prestigio, ubicada en Madrid, que en la Edad Media no existían castillos, que éstos aparecieron más tarde, también habló del independentismo catalán con Fernando el Católico), poca miga para tan poco esfuerzo. Se alejan mentalmente de una universidad que no les da aquello que consideraron en su momento importante para su futuro; todo queda en aguas de borrajas, hasta el tercer curso, según se informan los unos a los otros, los que están ya en cursos altos a los de los cursos bajos, pero para algunos este consejo no es válido y se cambian o retiran, aburridos de no ver una salida más allá de otros estudios o cursos técnicos (a demás de oposiciones) no universitarios y más prácticos en unos planteamientos hacia el posicionamiento laboral que les ayude a emanciparse o crear su mundo, como lo hacen los demás.
Las políticas de la economía de derechas y los recortes son los grandes aliados para que los hijos de los españoles o no accedan o abandonen el barco, quedando solo los hijos de los de siempre, a pesar de su cazurrez o su no valía. El derecho al estudio no es necesario anularlo, lo anula la vicisitudes que les hacen padecer a padres (mecenas económicos) y a los alumnos a los que se les desorienta y se les aburre. ¡Qué diferencia de aquella antigua universidad a la que accedimos con nuestro esfuerzo y tesón los llamados hijos de los obreros!
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