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domingo, 2 de agosto de 2015

CAPACIDAD DE SACRIFICIO Y JUSTICIA SOCIAL


Hablemos de sacrificio como el esfuerzo que uno realiza sin tener en cuenta la capacidad, el trabajo, el sacrificio de los demás (Por qué yo y no otros o los demás / Para que yo… que lo haga él o ella/ Si él o ella no, yo tampoco,… y otras manifestaciones o cuestiones similares sean en el trabajo, en la familia, en el grupo de amigos, conocidos, en asociaciones,… en cualquier tipo de agrupación que se trabaje para un objetivo o fin, por muy simple o singular que sea el mismo).
En el trabajo, hay personas capaces, por naturaleza o por convicción, de dar más de lo que se espera de un funcionario en la educación, por ejemplo. Desarrollando un potencial de trabajo a su alrededor, sin mirar si tal o cual compañero va paralelo a él, no importándole que su trabajo redunde en beneficio de los dos o de la entidad e institución (colegio, instituto,…). No es una actitud alabada ya que algunos no le ofrecerán valor y terminarán calificándolo de imbécil por ir más allá del horario físico y por no saber desconectar. ¿Y si surgen desavenencias con ese sector cercano a ti? Entonces, es cuando la capacidad de sacrificio, aunque siga existiendo, no se comparte con ese sector, al no merecerse ni un segundo de la capacidad de sacrificio (sacrificio del bueno, no del malo, como el colesterol, pues hay de los dos). Y esto no gusta en los que se apoltronan en tu trabajo a la vez que critican la nueva situación. A los que hay que unir los que cortan las cintas del o con el trabajo ajeno; cuando se tiene tijeras pero no cinta para cortar es lastimoso, como lastimoso empieza a ser su proceder con aquel que se niega a trabajar más allá del límite por “un colesterol malo”. Si antes formaba parte, ladrillo a ladrillo, de una infraestructura, ahora ya no es nadie.
En la familia o grupo familiar primario, también hay quien no le importa ofrecer todo su potencial a los seres queridos, facilitándoles su bienestar y comodidad físico-mental. También calificado como imbécil y criticado de llevar a cabo una mala educación al permitir que esto suceda, la comodidad de los otros. Mas él considera que ya habrá tiempo para que ofrezcan ellos su propia capacidad de sacrificio, existen diversas y diferentes etapas en la vida y la vida requiere de ciertos esfuerzos. ¿Y si surge una adaptación a la comodidad exagerada, es decir vaguería, en aquellos hacia los que se ha dirigido y se sigue dirigiendo su sacrificio, cuando los cómodos se plantean las preguntas-respuestas  esquivas al esfuerzo (Yo hago esto y el otro o la otra se toca “el papo”, pues paso), no importándole el ejemplo recibido, no valorando la capacidad de sacrificio que ha percibido, repudiando las razones por las sensaciones molestas que ha provocado con dichas actitudes?

El imbécil, con los sentimientos destrozados y las sensaciones en compleja negatividad, seguirá sacrificándose, en uno u otro lugar, mientras segundo a segundo muere en la ignominia de una sociedad que no desea ejercer y desarrollar la capacidad de sacrificio (la buena) ni de justicia social, pues se sopesa antes de actuar; los preceptos de filosofías, entre ellas la cristiana, no han logrado sustentarlos, realizándose un abismo entre lo uno y lo otro, dos extremos que no se tocan.

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