Artículo
14 de la Constitución española: Los españoles son
iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón
de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o
circunstancia personal o social.
Artículo
1 de la declaración Universal de Derechos Humanos: Todos
los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como
están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los
otros.
Artículo
2 de la declaración Universal de Derechos Humanos: Toda
persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración,
sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política
o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica,
nacimiento o cualquier otra condición. Además, no se hará distinción alguna
fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio
de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país
independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no
autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía.
La equidad en el Islam: Los
hombres y las mujeres son creados iguales en su humanidad básica, y todos
comparten el linaje y la dignidad de la creación de Dios y el privilegio del
ser humano por sobre las otras criaturas de Su creación. La discriminación
debido a la raza, el sexo, el color, el linaje, la clase social, la religión o
el idioma está totalmente prohibida en el Islam para evitar barreras
artificiales entre los privilegiados y los desfavorecidos. Equidad no significa
que todos son exactamente iguales pues no se pueden negar las diferencias
naturales que hacen a la diversidad. Los sexos se completan y complementan
mutuamente. Dios, Alabado sea, dice lo siguiente en el Sagrado Corán:
¡Oh, humanos! Temed a vuestro Señor Quien
os ha creado a partir de un solo ser, del que creó a su esposa e hizo descender
de ambos muchos hombres y mujeres. Temed a Dios, en Cuyo nombre os reclamáis
vuestros derechos, y respetad los lazos de parentesco. Por cierto que Dios os
observa.
La Biblia y los
derechos humanos: "Dios no hace distinción de
personas." Rm 2,11 i Ga 22,6
Principio de igualdad en la Torá: De
acuerdo con la interpretación común o clásica de la tradición oral hebrea, “el
hecho de que Dios creara a un solo hombre tenía por fin demostrarnos que todos
los hombres son hermanos, y para que nadie pudiera decir a otro: mi padre era
superior al tuyo” (Talmud de Babilonia, Tratado de Sanedrín, 37a).
Mas evidencias del principio de igualdad en la Torá se
expresan en la celebración del año nuevo judío, o Rosh Hashaná, día que
corresponde, según el judaísmo, con la creación del Hombre. Hombre como género
y especie, y no como raza; Hombre como conjunto, y no como individuo. El año
nuevo judío celebra el día en que fue creada la humanidad como una sola entidad
y no como un grupo determinado.
Multitud de testimonios contra la marginación y la exclusión de
cualquier ser humano, desde los derechos universales a los propios recogidos en
los libros sagrados; sin embargo, personalmente, siento el racismo, la
marginación a mi alrededor, a pesar de vivir en un país democrático y en una sociedad
avanzada en el siglo XXI. Siento discriminación ante la persona, la cultura, la educación y las costumbres.
Siento el lenguaje hipócrita del ser humano que acepta lo suyo y lo de los
demás ¡no puede ser! La distinta vara de medir, de lo mío sí, lo tuyo no; lo
mío moral, social; lo tuyo no. Las conveniencias presuntamente sociales y
personales se imponen a cualquier declaración de igualdad. En realidad, son
excusas para zanjar cualquier asunto enfocando nuestro interés, revestido de
una aureola de libertad de pensamiento. La razón de la sinrazón, la botella medio
llena medio vacía. El yo sé que es lo que te interesa. Egoísmos, falsedades,…nutren
las razones de los que no dejan en paz a los demás y no nos dejan ser felices,
a lo cual se une la ignorancia y el boicot a lo diverso, a lo diferente, a lo
excepcional. Irreverencias ante lo natural. Un lenguaje político, social y
religioso que desvirtúa la propia esencia del hombre, de la creación. Somos un
amasijo de idioteces que se imponen a la coherencia, a la sencillez, a los
sentimientos. La sociedad se constituye en bandos, en grupos, en extremos que a
veces ni se tocan. La complicidad de unos y de otros raya el histerismo,
creando la marginación, la exclusión, la esclavitud. Y siempre hay un tópico al
que recurrir. Somos jueces, y no parte, de multitud de juicios en los que
declarar en contra de algo que o no comprendemos o no nos interesa. Opinamos por
todo y por todos. El derecho nos asiste y devoramos la debilidad del ser humano,
creando un mundo a nuestro antojo sobre los cadáveres de otros muchos. Una
realidad escondida en nuestras entrañas. Somos partidistas y solo lo bueno es
lo que nosotros proponemos, opinamos, creemos. Nos inventamos, formamos
opiniones subjetivas y somos irrespetuosos con cualquier ley natural. Ejercemos
el dominio de nuestro pequeño reinado, mantenemos una posición clasista de
ordeno y mando, frente a la sumisión de aquél al cual le cuesta abrir la puerta
de la libertad, pues la libertad exige valentía y, a veces, la comodidad de los
hábitos de sumisión se impone por costumbres, culturas en las que somos
educados. Es difícil así abrir la puerta que nos separa con una realidad diferente.
El pecado, el castigo son testigos de los fraudes que el humano es capaz de realizar
con tal de imponer su poca escrupulosa ética. La ética es una palabra inexistente,
una palabra para la filosofía, una palabra para pronunciar y de valor quimérico.
La ética se queda en la tinta acumulada en el tintero, sin llegar a formar parte
de las letras en cualquier papiro, papel, corteza de árbol, piedra, tableta,…Sonreímos,
utilizamos los eslóganes del momento y sentimos la satisfacción de creernos
dioses terrenos, de haber encontrado un lugar y un destino, el de encauzar la
vida de los demás, el de tachar y esgrimir mordaces improperios a cualquiera
que no siga nuestros criterios. Una sociedad plural y diversa y ¡mentecata! ¿Cómo
luchar por la autoestima si ésta nos está vedada por miedo, por leyes, por
organización social, por timidez, por escarnio, por dolores de cabeza, por
depresión ante el muro que se eleva delante de nosotros, por cánticos engañosos
de pájaros inexistentes e imaginarios, solo grabados por la mano del hombre?
Hay que tener mucho valor para romper el cerco y mucha suerte. Somos sombras
que desaparecen con la luz; nacemos, morimos y nuestra existencia es marcada con
hierro al rojo vivo que establece el símbolo de a qué o a quién pertenecemos de
por vida. Una bandera, un himno, un país, unas fronteras, unas leyes, una
religión, unos límites, una política, unas costumbres, una escala social, unos valores
sociales, una ciencia, una economía,…un ganado de ovejas que levanta multitud
de polvo, deambulando por las tierras a la que nos lleva el pastor de turno. Un
pastoreo de hierba para producir la leche necesaria, sin voluntad, sin dominio
de nuestra existencia. El sentirnos libres es un juego de encajar piezas; encajamos
algunas piezas, pero no todas y las necesarias. Un mundo de palabras rosas y
sombras chinescas; un mundo gris, donde pocos se salvan de la lujuria y
voracidad de la hipócrita virtud de los que nos asisten. Siempre hay una razón
teológica, doctrinal, dogmática,...y siempre hay un sentimiento que paulatinamente
muere, retorciéndose en los estertores de la miseria humana. Libertad, qué gran
palabra.
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