CORREO ELECTRÓNICO

viernes, 23 de diciembre de 2016

CAMARERAS DE PLANTA


Desde hace tiempo, el trabajo precario está a la orden del día; la crisis, la externalización de los trabajos, las contratas y subrogaciones, es decir, del árbol caído del que todos hacen leña.

Lleva una semana el PSOE hablando de las camareras de planta de los hoteles, son las mujeres que hacen las camas a la carrera, por un miserable euro y medio. Tengo conocimiento que algunos hoteles pagan algo más, pero no es para tirar cohetes. También tengo conocimiento que buscan camareras extranjeras, en muchos de los casos, que suelen ser las más explotadas o las que se dejan más explotar, pues vienen de otras culturas y de países subdesarrollados, esperando encontrar el sueño español. ¿Qué sueño? Cierto hotel madrileño no les da ni media hora para comer, comen mientras trabajan. Me imagino las migas encima de las sábanas, es un decir. No pueden ponerse malas, pues no existe la baja, sí el despido. Si las condiciones económicas son malas, también lo son las personales y humanas. El año pasado, una camarera de planta, tuvo que ingresar a su hijo en el hospital de Parla, por una crisis de salud. Fue inmediatamente despedida, no le correspondía ni las horas que tuvo que pasar con su hijo, en silla de ruedas, en el hospital. Los ciertos empresarios o jefes deshumanizan todo lo que tocan solo por el jodido dinero, no por posibles pérdidas, ni porque no les salgan las cuentas, sí por ganar más en tiempos revueltos. La oferta y la demanda ante una presunta sociedad en crisis que acojona al trabajador y le da poder a los energúmenos.

No es el único trabajo. Cierta pizzería de Parla no tiene contratado al personal. Una de las trabajadoras de la pizzería me comentó que su jefe no podía contratarla pues no le sería rentable, el dinero que generaba su trabajo se iría en pagos a la seguridad social y demás. Y, por supuesto, ella lo que quería era dinero para subsistir, no para que se lo comiera los pagos por tener contrato firmado en papel. Yo solo me dediqué a hacerle cuentas. Cuántas pizzas o trozos vendía al día, en cuánto los vendía, que caja se hacía día a día, a lo que fui descontando la luz, el agua, la calefacción (esta última solo en épocas de frío), la materia prima, los impuestos, los pagos a los trabajadores ilegales,… al final, cada mes se sacaba el buen señor una cantidad limpia infame. La buena mujer fue y se lo dijo, el buen empresario le informó que si no le gustaba, pues a la calle, que otra ocuparía su lugar. El jefe, el empresario de media tinta también es extranjero y sabe explotar a sus compadres, mujeres sobre todo. Aquí el que no corre vuela.

Estamos creando una sociedad de “engordados económicamente” sobre la vida de los trabajadores irregulares que llenan el espacio de múltiples trabajos. Y a otros con contratos temporales, muy temporales para que así no cojan derechos de ningún tipo. Y esto lo está consintiendo desee hace años los que gobiernan el país y los que les dejan gobernar, jugando descaradamente al escondite o volviendo la cara para otro lado, con el beneplácito de todos, pues todos llegamos a ser culpables de este engendro de maldades sobre los trabajadores.

También es cierto que parece ser que en lugares de vacaciones “prolongadas”, sitios turísticos, es el hotel el que contrata a las camareras con un sueldo y no por euros la cama, en cuotas del 80% aproximadamente (aunque existe un 20% que deja que desear), el resto de hoteles de ciudades y provincias no contratan y dejan que una empresa exterior lo haga por ellos, empresas que se dedican a la explotación más mezquina.

Era hora de que alguien se acordase de ellas. Aunque no sé yo, pues últimamente la política utiliza los fuegos artificiales y de pocos resultados, fuegos más fatuos que otra cosa.

Todo lo expuesto son ejemplos que conozco de propia mano, no por las informaciones que caen en tierras abandonadas y que alguno pretenda abonar para el resurgimiento más de calle.

Y la manera de resolver este tipo de cosas no es con la caridad, pues el derecho no es caridad, es dar a cada uno lo que le corresponda.

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