Telefónica en la obra de Ilsa Barea-Kulcsar, en ella la autora relata, a partir de su experiencia personal, las diferentes funciones que mantuvo el edificio de la Compañía Telefónica Nacional de España durante la Guerra Civil Española.
Una visión diferente, con una narración más comprometida con los personajes y sus vidas, sus temores, su desorientación, sus bajas pasiones,...una visión más humana y menos cronista de la guerra civil española.
‘Telefónica’ es una novela donde el verdadero protagonista es el edificio de la Compañía Telefónica Nacional de España (la actual Telefónica) durante la Guerra Civil Española. Durante esos años, el edificio mantuvo varias funciones: siguió como sede de la compañía además de ser el único punto de la ciudad con conexión a las líneas internacionales; albergó la oficina de censura de prensa extranjera del bando republicano; las últimas plantas se convirtieron en una atalaya desde donde vigilar los avances del bando nacional… La Telefónica era un lugar donde bullía la actividad constante, e Ilsa Barea-Kulsar retrató de forma fidedigna el día a día de las principales plantas del edificio y las relaciones entre sus habitantes.
Sin olvidarnos los bajos que sirvieron de búnker a aquellos que se quedaron sin poderse guarecer por abandonar sus hogares, escapando de la guerra en sus pueblos y de aquellos que perdían sus casas tras los bombardeos de los aviones alemanes y de los obuses que diezmaban la población civil de Madrid, un Madrid abandonado a su suerte, con el lema "No pasarán", un Madrid acosado por ejercito nacional y con trincheras en las inmediaciones, parque del Oeste, Carabanchel,..
La historia es real, vivida por Ilsa, primero como periodista, después como censora en las filas de la República, en el propio edificio de Telefónica, el rascacielos de Madrid, creado por una empresa americana; los personajes son ficticios aunque definen rasgos de los de aquel entonces.
«¿Es cierto que cuando oyes silbar las bombas ya no te pueden dar?» se preguntan temerosos los corresponsales extranjeros mientras cruzan la Gran Vía madrileña. Han venido a España para cubrir la guerra civil y cada día envían sus crónicas desde la central de la Telefónica, sede de la oficina de censura para la prensa extranjera. Es el edificio más alto de la capital, el primer rascacielos del país, y los aviadores alemanes tratan a diario de bombardearlo para aislar las comunicaciones de la República.
Allí llega un buen día la voluntaria alemana Anita Adam, pequeña, rolliza, independiente y muy decidida. La han asignado a la oficina de censura ya que habla varios idiomas. Su modo de ser autónomo choca de pleno con el machismo de los españoles y con el rol subordinado de las españolas, siempre esposas o amantes. Allí, en el enorme edificio que tiembla bajo las bombas de los junkers y los obuses del quince y medio, refugio inexpugnable y prisión asfixiante al mismo tiempo, permanecerá inalterable la pequeña Anita, trabajando a la débil luz de las lamparillas de su escritorio.
Estos son los mimbres con los que la periodista y política Ilsa Barea-Kulcsar (Vien, 1902-1973) escribió Telefónica, una vibrante novela basada en sus propias experiencias de guerra, en el Madrid sitiado en el que todos desconfían de todos y en el que ella encontró el amor de Arturo Barea. El texto, que se publicó por entregas en 1949 y aparece ahora por primera vez en español, lo concluyó el día antes de que la Segunda República sucumbiera.
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