UN PAÍS DE INVIABILIDADES.
Desde que uno se levanta hasta que uno se acuesta, se escucha la máxima de “no es viable” (nada es viable), así reacciona esa parte interesada de este país de dimes, diretes y calderilla, la supuesta sangre hispana, la supuesta sangre mediterránea. Da lo mismo de lo que se hable, hoy de las Kellys, mañana de la pandemia, pasado mañana del sueldo mínimo y, después de un después, de las macrogranjas; siempre habrá un ayer, un hoy y un mañana donde las partes se enfrenten y la cabra baile subida a la silla o borriqueta, girando en derredor, al ritmo de la pandereta, el teclado y la trompeta.
Hace años, por mi profesión, trabajé enseñando y reforzando el castellano. Allí conocí, por primera vez, el turbio asunto de las camareras de piso, un trabajo a la carrera, con su consiguiente explotación laboral. Aquello clamaba al cielo, pero hasta que no pasó un tiempo, en largo, y lo puso en el escaparate un político, nada de nada, no se hablaba de la cuestión ni asomaba tímidamente un sentimiento de enmienda. Con el político, se despertaron, a través de las redes sociales, los especialistas del todo y del nada con el “no es viable” para la economía española, basada sobre todo en el turismo, pagar lo justo a las kellys (condiciones precarias y, en ocasiones, con enigmáticos contratos, esto suponiendo que todas lo tuvieran). Si se admitiesen dichos requisitos en beneficio laboral a dicho sector, decían los del “no viable”, los hoteles no soportarían la medida y la economía se iría a pique. La hecatombe, el panegírico a este país. Algunos empresarios estaban por la labor y demostraron que el infierno, al que el país presuntamente estaba abocado, no era cierto. Determinadas voces, la de los negreros y la de los que se tragan las bolas de caca de los escarabajos, se volvieron contra dichos empresarios que asumían el cambio. El país sigue viviendo perfectamente del turismo (hagamos excepción de la crisis y de la pandemia).
La contrata* de inmigrantes sin contrato y sin seguridad social se da al por mayor. El contrato “no es viable” para algún avaro de la restauración y para los afines a las diatribas de ciertos políticos. ¡Inmigrantes!
Una de las alumnas era cocinera en una pizzería, me comentaba la explotación laboral a la que estaba sometida, aunque ella lo entendía, lo comprendía y lo aceptaba, porque su pobre patrón* no podía emplear a los varios/as sin contrato. Tocaba matemáticas y en la pizarra hicimos números, las ganancias de la venta de porciones de pizza eran endiabladamente provechosas, haciendo cálculos reales de las ventas y engordando los posibles gastos. Se lo dijo al padrón y obtuvo la respuesta de la no viabilidad, “si no quería trabajar en esas condiciones, llamaría a otra”, pues siempre hay una otra. ¿Viabilidad o desprecio por los derechos y principios, y afán por acumular más riqueza personal quitándoselo a los sin contrato que recibían las migajas?
El salario mínimo es uno de los grandes caballos de batalla. Subir la paga “no es viable”, el país se arruinaría, se destrozaría su competitividad y llegaríamos a una pobreza externa e interna. La cuestión es que, aún en la época de crisis, crecieron las riquezas de esos pocos de arriba y aparecieron en escena nuevos ricos; en aguas revueltas, ganancia de pescadores. La viabilidad parece estar reñida con lo justo y ser prima de la bonanza de las fortunas. En dicha trama, se implican dudosos ciudadanos que se adjudican intelectualmente* la perorata de los desalmados, a través de la política plañidera y pachanguera de los salvadores de la patria y su economía. “La explotación laboral redunda en beneficio de la Nación y es en interés al explotado ciudadano”. En la carpeta de papeles, el sello de ¡No viable!
La Enseñanza pública “no es viable” económicamente frente a la enseñanza concertada.
La Sanidad pública “no es viable” frente a un seguro médico (con bandazos para confundir).
La vacunación “no es viable” en los ambulatorios frente a los conciertos para vacunación en la privada (con bandazos para confundir).
Las medidas de la pandemia “no son viables”. Da igual que el abuelo monte en el burro y el nieto vaya andando o que el nieto se suba al lomo del burro y el abuelo se baje, o bien que los dos vayan montados, “no es viable”. Si se toman medidas, porque se toman; si no se toman, porque no se toman. Nada es viable a pesar de la hemeroteca, pues la ética está fallida en los slogans políticos, al igual que la personalidad y la razón adormiladas por nanas y cuentos.
El intrusionismo está a la orden del día. Cualquiera con dos dedos (que no cuatro de frente) puede teclear e intentar pasarse por un dechado de saberes. Si no le das la razón, aparecerá el insulto y la vejación. Pandemitas, vulcanólogos, sanitarios, enseñantes, economistas, ganaderos, … Un sinfín con retardo intelectual, cultural, social, humanístico, laboral, ético, con escasa identidad personal o lo que viene a definirse como borreguismo (no estamos hablando de estudios y título). Sus razones son la sinrazón ante el “no es viable”; a partir de dicha premisa, el mundo no es redondo, pues si estás abajo, de cabeza, te caerías, a no ser que te sujetaran de las piernas los que están arriba.
El hombre proviene de un familiar cercano al mono y su bipedestación se desarrolló al bajarse de los árboles (estamos hablando de bipedestación no de inteligencia y personalidad), aunque puede que ser que no y su origen sea un experimento genético de los extraterrestres que levantaron las pirámides de Egipto y después, aunque vivieron y murieron en la tierra, se comieron las máquinas tan fabulosas y de una técnica moderna y avanzada que no aparecen por ningún lado. ¿Se perderían en el desahucio o en un cambio de vivienda?
Lauro Olmo, autor teatral, escribió y publicó la obra “El cuarto poder”, un conjunto de seis obras que suponen un despiadado ataque a cierto uso de los medios de comunicación; en ellas, refleja la aparición de un cuarto poder en paralelo al gubernativo, judicial y legislativo, prensa, radio y televisión que abandonan la objetividad de sus artículos por artículos de opinión, quedando sesgada la información por cercanía o sintonía a un partido político. En la actualidad, señalemos también las redes sociales con sus miles de usuarios, donde aparece una nueva técnica, el troleo*.
Cualquiera entra y opina desde la subjetividad, o bien siguiendo los estándares del partido político con el que se identifica (máximas aceptadas como palabra de Dios) o bien para confundir y engañar con falsedades. La verdad deja de ser universal frente al troleo popular, confundir interesadamente para desprestigiar cualquier acción de presunto color contario.
La abolición del maltrato animal no es viable; un toro de lidia sería una especie que se extinguiría, como sucedió con los dinosaurios.
La caza (el cazar por cazar un elefante, un tigre, un jabalí, … solo por el marfil o la cabeza disecada para cualquier salón o sala como trofeo) es una necesidad cinegética*, otra manera de entenderla y hacer no es viable.
La ganadería extensiva tampoco entra en la posible viabilidad. Las macrogranjas “dan de comer al pobre”; sin éstas, la carne sería un producto reservado a unos cuantos, aseveran. Todo es cuestión de tecnicismos y razonamientos hambrunos*. Te hablan de sellos, de exigencias burocráticas (sello, matasello y al buzón). Ponen en entredicho la existencia de la ganadería extensiva, dicen que no existe campo para dicho pastoreo (¿La España abandonada, la España vaciada?) y manifiestan, para justificar su conducta, su interés y su hacer (ganaderos de sofá y playstation) que el que diga que sus animales corretean por una finca o el campo ¡miente! (cuestión de sellos) y, el que apoya las teorías de la ganadería extensiva es un ignorante, un comunista, … ¡Un ecologista de sofá! Mas éstos que ridiculizan la opinión de un consumidor son los primeros en comprar a su vecino un cordero, un cabrito a un menor precio y pasar de la carne del mercado que se abastece de ganadería intensiva (me surge una pregunta, si su vecino no tiene el cordero en una macrogranja ¿cómo le puede salir más barato, si una de sus razones es lo caro de la carne si no es de explotación intensiva? ¡La contradicción crea el galimatías! El consumidor entiende que hay que alimentar al ganado y se haga con el forraje necesario, sobre todo por las condiciones climáticas (pesebreras que se pueden ubicar en una lonja o nave sin cerrar, en un terreno suficiente, o al aire libre), pero de ahí al hacinamiento de las macrogranjas … No todo es válido, como ocurrió con la fabricación de harinas con despojos de origen ovino (vacas locas), ni mantener la luz durante todo el día para las gallinas ponedoras, ni mantenerlas en jaulas sin poderse mover, ni conectar las ubres de las vacas lecheras a una máquina de por vida y en un zulo pareado, ni hacinar los animales en un espacio limitado a su propio volumen, … En diversos pueblos de España se logra comprar, en las carnecerías, vacuno que pastorea allí mismo y su precio no difiere tanto con respecto a lo presuntamente barato y, cuando la cocinas, no suelta tanta agua quedándose reducida a la mínima expresión (no es cuestión de cómo y con qué se cocine, pues todos los que cocinamos lo hemos hecho de una misma manera y con el misma sartén u olla y ¡menuda diferencia!) Engorde sí, pero honesto, sin maltrato animal, respetando al medio ambiente y al consumidor.
Negar la evidencia no es asumible.
Vayan algunos ejemplos.
Si recorres tierras salmantinas hacia el oeste de España, podrás contemplar ganado paciendo.
En Collado Villalba, en la zona del pueblo no de la estación, al lado del cementerio y del colegio Daniel Vázquez Díaz, se podían contemplar las vacas pariendo al resguardo del muro que separaba el terreno de pastos del patio escolar. En muchos pueblos existen terrenos comunitarios, creo que algunos dependen del ayuntamiento.
Desde joven he contemplado granjas de cerdos, no macrogranjas, no hacinados, que hasta se rebozaban en los charcos, guarros* hasta las cejas. También como acercan los vecinos sus animales a las fincas por la mañana y los recogían por la noche a las cuadras.
El pastoreo existe. Y hay ganaderos, plataformas y cooperativas que defienden la ganadería extensiva frente a las macrogranjas. No todos los que defendemos esta opción solo somos consumidores o “ecologistas de sillón”, también hay expertos y no de salón y si de trabajo diario.
Los precios.
En el barrio de mis padres, existe una pequeña ferretería familiar con precios comparables a las grandes firmas. Al no tener la opción de las grandes superficies (muchos pedidos y abaratamiento del pedido), se agruparon en una red de ferreterías, así sus pedidos son mayoritarios y su precio es menor, con el consiguiente beneficio al consumidor.
En la zona de las Arribes del Duero de Salamanca, se creó (que yo conozca) una cooperativa de vinos con denominación de origen. Dicha cooperativa vende Ribera del Duero bastante asequible (aunque sigue siendo mejor el vino casero que hacen para consumo propio, en sus barricas al fresco de las cuadras, con el tanto por ciento de vendimia que se quedan para su propio disfrute)
Pues con la carne también es viable.
Cuando hablan del “sello” y otras zarandajas, me recuerdan al migrado del pueblo a la ciudad (industria emergente) que, pasando unos días de vacaciones en el pueblo, menospreciaba el chato de vino del bar y pedía muy estirado un rioja. Ahora, que tiene “sello”, ligeramente más industrial, ya no les importa pedirlo como entendido catador. Moda y presunto estatus.
Al final, con los cambios que se van produciendo paulatinamente, queda acreditada la viabilidad.
Recordemos.
No hace muchos años, se hablaba de la no viabilidad de la reparcelación agraria, hasta campesinos de terruños se oponían; hoy se pide a voces, y el resultado es realmente encomiable, a pesar de los tejemanejes que existe en este país donde abunda los pícaros y la picaresca.
Querer es poder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario