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martes, 16 de agosto de 2011

ANTEAYER FUI A MISA

Anteayer fui a misa. Una celebración bien intencionada hacia la patrona del lugar. El cura expresó la resolución teológica sobre la Virgen como madre de Cristo y Santa; sin necesidad de las propias escrituras, intentó dejarnos claro el porqué de festejar dicha figura. Mas, como no, expuso la dura realidad de la crisis que nos aporrea y parece no querernos abandonar.

¿¡Tendrá origen en la falta de valores!?, nos espetó, así como si tal.

¿Tal vez los católicos hemos dado la espalda a las enseñanzas y a Cristo?, una segunda pregunta a los asistentes a misa que ocupábamos las tres naves y el coro.

La verdad, es que si fuera eso, lo de los católicos y el dar la espalda, la crisis habría aparecido mucho antes y no con nuestro bien amado genio de la presidencia actual del gobierno y su séquito de seguidores de agridulce sonrisa. Hace ya que olvidamos los valores humanos para adoptar otros más actuales, más del tiempo, más de la posición social, política, económica que ocupamos, más del “ándeme yo caliente y ríase la gente”. Nos sonreímos, nos saludamos, tomamos una caña, dos, tres, cuatro,…, nos despedimos y… ¡Ya está!

Contemplamos desde nuestro ser un tanto engreído a los demás. La cosas que les suceden a los que les suceden o se las han ganado a pulso o, aunque no sean responsables de ellas, nosotros no podemos, no sabemos cómo ayudarles, o tal vez un ¡qué se jodan! lanzamos a los cuatro vientos. Un verdadero cuento tradicional que se repite: ¡No sé! ¡No puedo! ¡Si estuviera en mi mano…! ¡Más quisiera yo poderte ayudar, pero…! ¡Qué mala suerte has tenido, pero el tiempo lo cura todo! ¡Ánimo, tú lo consigues! ¡No todo está perdido! ¡Te entiendo! ¡Hombre, no seas tan pesimista! ¡Tú tranquilo, tarde o temprano encontrarás una solución al problema! ¡Otros están peores que tú!,… una infinidad de infamias corteses y educadas.

Todos somos hijos de Dios. Unos más, otros menos. Y alguno se ha cambiado de chaqueta y es más hijo del diablo, con cuernos y rabo que con cara y vestimenta celestial. Los placeres de la carne se han adueñado de los límites del bien y del mal. Juzgamos en interés y beneficio. Tanto tengo, tanto valgo; tanto tienes, tanto vales. El síndrome de Diógenes: acaparar, obtener, amontonar,… todo es válido, aunque no le encuentre utilidad, si el vecino lo tiene… (Cámbiese vecino por amigo, compañero, familiar, ciudadano de la villa y lugar,…) Y cuando dejamos de poseer, seguimos poseyendo… la razón de la sinrazón que hemos elaborado entre todos. Y eso que desde que salimos de la pubertad a la adultez decidimos cambiar el mundo, generación tras generación.

Todo queda en rito. Después, un cigarro y unas cañas, siempre que me dejen fumar en paz.

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