Un político vale no más que los votos obtenidos. Y los votos obtenidos valen no más que la operación matemática de sumas y restas de amigos, enemigos, familiares, conocidos, cercanos, partidarios políticos, intereses, beneficios, promesas, partido político al que representan,… Y esto no significa un aval de sabiduría administrativa, personalidad, ética, conocimiento, saber hacer, deber de verdadero ciudadano o representante político. Y, ahí, es donde nace nuestra historia de símbolos, matices, iconos, agradecimientos,… miserias, falta de autoestima, victimismo, partidismo, complacencia, borreguismo, indiferencia, recelos, cabreos,…
Valgo lo que me estimo y me estimo ¿por debajo de los susodichos mitos representativos en esta nuestra sociedad un tanto recalcitrante de los que saben tan poco y manejan nuestros destinos, nuestros derechos, nuestras libertades, nuestros fortunios e infortunios, siempre metiendo la mano en la virginidad de nuestro atolondramiento del que hacen acopio para la gubernamentalidad de las masas?
Si éste es el amor que tenemos por nosotros mismos, si ésta es nuestra presencia en la sociedad, si somos tan intimidables, si somos tan manipulables,… entonces ¿por qué somos?, ¿por qué manifestamos nuestra presencia? Abandonemos sueños, ideas, sensaciones, visones, sentimientos,… aceptemos un yugo ostentoso de consternación y dejémonos ir diluidos en la esencia de los más grandes obsesos del poder.
Posdata: Siempre queda la ilusión de los 100 primeros días desde su aparición en el mandato o los cuatro años hasta nuevas elecciones y la necesidad de ese voto popular.
Posdata: Siempre queda la ilusión de los 100 primeros días desde su aparición en el mandato o los cuatro años hasta nuevas elecciones y la necesidad de ese voto popular.
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