CORREO ELECTRÓNICO

martes, 29 de mayo de 2012

A VECES 2


A veces, en el peregrinaje por los caminos de la vida no todo es llano, lo hay también abrupto. Unos suben las cuestas con brío, sin mirar atrás, respirando y expirando. Otros, mal subimos resoplando, con la respiración entrecortada y el débil corazón no a latidos, sino a caceroladas; el resuello en el alma y el alma diluida en un finito sin definir, mirando al recuerdo, a la guinda que corona la terquedad de una extinta dicha nacida y muerta a la vez.
Un aurea negra, bordada en los límites, tamiza un periplo de vicisitudes correosas en tus labios y en tus ojos, prestos a la infiel morraña que se te ofrece, la misma morraña que otros manducan con indiferencia considerándola gran placer del paladar.
Los siglos pasan, pero hay cuerpos caducos que debieran haber pertenecido a otra época y que no debieran bailar en el más incongruente ritmo actual. Cuerpos que sienten el repentino salivazo del ósculo de la muerte que los empitona repetidas veces, macerando en el dolor un coro de almas blancas, de traslúcido pensamiento y endiablado lirismo.

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