A veces, me pregunto la
razón de mi existencia; tal vez, exista una vida para cada cual y la mía o no
la encuentro o la siento lejana a mi necesidad de ser y de sentir. La excesiva sensibilidad
es atroz, apedrea uno a uno los años de la jodida existencia. Los sentimientos,
por encima de la carne, del placer mundano, revestidos de una aureola de
asquerosa pasión, sin la posibilidad de un lugar donde guarecerse, expuestos a
cualquier fisgón, pululan ingenuos entre una masa de figuras sacralizadas ante
la fusión de la comodidad, el miedo, lo rancio del ser humano, la idiotez, la
preeminencia, el “figurantismo”, la cortesía políticamente correcta, el
pasotismo, el oscurantismo, los complejos, el juego del yo, las cartas
marcadas, las teorías “cientificadas”,… infinidad de traiciones a lo más simple
y sencillo.
El hombre aprendió a
vestirse; decidió tapar sus vergüenzas, sólo permitidas en su alocada juventud.
A veces, me pregunto la
razón de la presente complejidad del sentir, del sentimiento puro, sin traumas
del momento.
A veces, me pregunto, por
qué algunos de nosotros somos portadores de dichos sentimientos que te llevan a
la más probable frustración.
A veces, me pregunto por qué
airearlos, si el aire es frío y cortante. Una y otra vez son aplastados como
larvas de insectos que infectan el espacio de otro.
A veces, me pregunto el por qué
de su existencia. Te anudan las tripas, te extraen las vísceras, te corroen el
entendimiento, te disparan la nervadura y te reconcomen el alma. Y una comezón se
alza en el más abstracto y absurdo corazón.
A veces, me pregunto el por
qué del lloro que aflora en las pupilas del becario de nefastos atributos,
emponzoñando el rostro en su salado y triste recorrido. Se llora en soledad. En
los controvertidos cruces de caminos. En tu habitación, a solas, sin luz, sin sombra.
A veces, mueres eternamente.
Tu vida se apaga, como tus ideales de juventud sin cumplir.
A veces, me pregunto por qué
no callar, por qué no aceptar el exilio al silencio.
A veces, me pregunto cómo
desasirse de dicho embalaje.
A veces, me pregunto y mi
pregunta queda lapidada en mis labios, tal vez, como un beso decalabra el
entendimiento. A veces.
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