CORREO ELECTRÓNICO

sábado, 16 de junio de 2012

VAMPIROS, ESPECTROS Y SANGUIJUELAS


Por unos segundos llegué a no creer en la existencia de vampiros, espectros y sanguijuelas; su olor, de presuntos carroñeros, no les delata al no difundirse su sustancia a través del espeso aire (es cuestión de colocarse en diferente dirección). 

Una vez localizado el objetivo, lo embaucan con argucias mínimas, sólo hay que darle de comer al futuro trofeo la pulpa de una escasa  felicidad. 

Conseguido el punto del guiso de los sentimientos de los que se benefician, unos sentimientos que son transmitidos a través de la sangre, desde cualquier parte del cuerpo hasta el cerebro, al que le toca digerir toda una información desmesurada, ya no queda más que salpimentarlos.

Y allí están ellos. Alzan la pieza, chupan la sangre; en un abrir y cerrar de ojos, succionan el alma del ingenuo, dejándole de recuerdo unos chupetones del frío morado en su cuerpo hueco. Y abandonan la presa en cualquier esquina oscura, mientras la víctima se debate en continuos estertores epilépticos de la muerte.

Secada la fuente de energía, eructan ante su fatigosa y despiadada digestión.

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