CORREO ELECTRÓNICO

domingo, 18 de noviembre de 2012

CAMINO



Camino sobre blancos pergaminos sin firma, sin un futuro acentuado. Mis pasos ya no suenan.
El negro alquitrán absorbe el  golpeteo de mis tacones. No estoy descalzo, pero siento la tibieza del suelo. Ventanas de cristales, aterciopelados con el fragor de la cotidianeidad, se asoman a una luna revalidada en la renegrida atmósfera. Se repiten en mi extenso recorrido.
El fresco de una tarde-noche peregrina en mis ojos, a sabiendas de la ausencia de ardentía, por la pubescencia extraviada. Ataviado de lánguidas luciérnagas, esquivo el desenlace del espacio accidental. Me muevo a compás de una nana desvirgada del verso, acompañado de una indumentaria pretérita de romanticismo trasnochado, febril. Ruidos de coches, ruido de calefacciones, televisiones enganchadas a una red de estereotipos. Ruidos y luces ocultan mi estampa, una sombra que mora en la incandescencia de un destino burlón.  En el adoquinado, queda el ingrávido roce de las suelas de mis zapatos, una horma frecuente en el avispero de taciturnos paseos arrinconados al estrecho crepúsculo lascivo y sexual. Negra noche. Firmamento extraviado, sin amarillos chinescos. Nostalgias. Sueños. Irrealidades. Lujurias. Desamparada codicia de bienandanza. Una laguna atmosférica de cansinos trinos de un alborecer no advertido. Y un codicioso frío interpela mi necedad. Sólo un dios verdadero. El transcurso de la vida a la muerte.

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