He defendido y defiendo la idea de una España no racista
ni intolerante al ser una tierra de cruces de caminos. Diversas culturas y religiones
han convivido y, si la cosa no cuajo o terminó mal, fue por intereses
partidistas, economía, dinero, poder,… Es fácil expulsar y quedarse con las
riquezas de los expulsados, por ejemplo.
El ser un país con cierto tránsito y bastante inmigración,
e historia en ello, no presupone la no existencia de energúmenos que pongan la
sangre, la raza, la presunta cultura por encima de los derechos de la propia
civilización. Pero éstos no son un sector ni predominante ni representativo.
Hablar de España, de su diversidad social y cultural, a través de sucesos y
posicionamientos tan desleales a la justicia humana, es quedarnos como
antiguamente se hacía con la sevillana y el sombrero cordobés, pues existe una
realidad fuera de esos tópicos. Y el presunto racismo es un tópico alimentado
por estúpidos ignorantes llevados por la cólera, el cabreo y la manipulación
psicológica de ciertos individuos. .
Es verdad que contamos con nacionalismos exacerbados
Sabino Arana, según mantienen algunos historiadores, fundó una
doctrina política que consideraba que sólo los vascos de raza pura podían
forman parte de la nación vasca y que la "raza vasca" era superior en
todos los aspectos a la degenerada "raza española" ("maquetos") que había "invadido" Vizcaya.
Recordemos también el Rh negativo de los vascos. En 1993, el ex presidente del PNV, Xabier Arzalluz, fue tildado de racista al hablar del origen
de los vascos y su Rh negativo, en referencia a los estudios realizados por la Universidad de Florida
(Estados Unidos). Planteando una raza superior y diferente al resto de España y
de los europeos.
La actitud de un grupo
de catalanes frente al resto del territorio español, es otro ejemplo.
Mas hay que tener en
cuenta la emigración e inmigración que supuso la masificación de unas zonas y el
abandono de otras.
Cuando hablamos de
inmigrantes extranjeros y su no aceptación por algunos individuos, aparte de la
ignorancia de estos últimos, los racistas, y su falta de cultura universal, hay
que poner sobre la mesa las actitudes o circunstancias de los inmigrantes que
también en ocasiones limitan con el racismo y la intolerancia.
Se agrupan entre ellos.
El barrio negro, el barrio chino,… Esta separación o agrupación produce recelo,
ante el desconocimiento. Y por los posibles enfrentamientos marginales.
Barrios deprimidos y
decrépitos por su longevidad. Aunque vengan dados por la pobre economía y no
sea de su propia cosecha.
Se casan entre ellos, en
su mayoría. Creando una sociedad en ocasiones cerrada.
Y vienen con la voz de
sus mayores, de sus ancianos, los que les imponen ciertas maneras o formas de
vivir. Una mochila pesada hasta que logran deshacerse de ella, pero, mientras
tanto, esos mayores y ancianos desde su país de origen, rigen los destinos
de sus descendientes en una nueva sociedad y en el nuevo país de acogida.
Y la religión, qué decir
de la religión. Vale como un mal recurso para coaccionar el verdadero sentir; y
digo como mal recurso ya que es mal utilizada y en interés particular de algunos
de ellos que muestran un racismo y una intolerancia a los nacidos en ese país
de acogida, por ser presuntamente de otra cultura diferente. Un problema de mezcla
de sangre.
Entre unos y entre otros
el racismo se impone a la realidad no racista.
Y no hay que olvidarse de las crisis económicas por las
que pasa un país y aumenta cierta xenofobia. Es fácil buscar culpables entre
clases no favorecidas, como la de los inmigrantes, antes que buscar al
verdadero culpable entre nosotros mismos; ese empresario que decide dar trabajo
al inmigrante por dos perras y media, frente al español con derechos. La
explotación del débil.
Y el político que arenga con la marginación en contra o a favor, en espera de votos.
Marginación, racismo, xenofobia, intolerancia,… y, en
mitad de todo ello, los que defendemos una idea universal, intentando no morir
en el empeño, e indignados al llegar a sentir esas miserias no solo a nuestro
alrededor, sino en nosotros mismos, cuando intentamos franquear esas barreras y
se nos impide el paso.
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